viernes, julio 20, 2007

VIEJO CON ÁRBOL


A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.

—Ojo con la vía íalertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi ítranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

—¿No vino la hinchada? íya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejoí. ¿No vino la barra brava?

Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.

—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá íbromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referíí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No ísonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatadoí. Música ídijo después, mirándolo de nuevo.

Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.

El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.

El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.

El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno... Eso, eso es la escultura...

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—...¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.

—Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—...Eso es el fútbol.

Roberto Fontanarrosa (Enviado especial en el cielo)

Canalla, carajo!. ¿Tenias que irte el día del amigo?


Eras puro genio y además información
Horacio Pagani

Vos no te podés morir, Negro. No tenés derecho. Si sos un símbolo de los argentinos, como la bandera o como el escudo. Y los símbolos son inmortales, viejo. ¿Te acordás en la Copa América de Uruguay, en el 95, cuando ya habías instalado a la Hermana Rosa? Todos te buscaban. Eras un embajador sin cartera, decías parafraseando a Muñoz. ¿Y en Colombia, en las eliminatorias del 97? Eras tan conocido como Gardel y vos sabés que Gardel nunca murió. Tanto ingenio para dibujar, tanto talento para escribir, tanta gracia para hacer reír, y terminabas enmarañado con el fútbol. Si el fútbol era el eje de todo en tu vida. Y Central, el nudo. Un sentimiento, decías.

Yo puedo dar fe que nunca perteneciste al Ocal (Organización Canalla Anti Leprosa). Así me lo contaste cuando te acusaba algún hincha de Newell''s. No eras de mentir ¿no? Ni de roncar, lo confirmo tras las múltiples habitaciones que compartimos en los mundiales de Estados Unidos y de Francia. Y dabas envidia con tu orden para guardar la ropa, dobladita. Y con la bibliografía que llevabas para respaldar tus narraciones geográficas o esotéricas. O lo que fuera. Porque no improvisabas. Eras genio más información. Un escritor memorable.

Hacía un calor terrible aquella tarde en Dallas cuando explotó la noticia del dóping de Maradona. Te brillaban los ojos de la bronca. Si vos también creías que ese equipo del Coco Basile estaba para campeón del mundo. Y a la madrugada siguiente, cuando todos los de Clarín fuimos al Aeropuerto para volver a Boston, y estaba Diego —compungido— sentado en un banco, te mandamos a vos para que iniciaras el acercamiento. Y gracias a vos hicimos la nota exclusiva. Alemania, Francia, Italia, conocías a todos los jugadores. Y la forma de jugar. Pero siempre te la rebuscabas para volver a Central. El Gitano Juárez era el referente. Y el Flaco Menotti. Y el Negro Palma. Hablabas y escuchabas. Una virtud de pocos. No, Negro, vos no te podés morir.

miércoles, julio 18, 2007

SED

Abre los ojos y solo logra ver los contornos de las aspas del ventilador que al girar sobre su cuerpo no pueden el calor de la madrugada.

Tiene sed.

La almohada ha humedecido su cuello con el sopor de la transpiración desprendida de su carne pálida y tirante. El hambre solo es una ilusión comparada con la sequedad infame de su garganta

Tiene sed.

Mira hacia la ventana. El paisaje, estrellas parcialmente desechas por el alba próxima, se recorta sobre los oscuros árboles de la calle. El viento tenue mueve las luces a lo lejos meciéndolas en un sincronía casual con los latidos de su corazón.

Tiene sed.

Sobre la mesa de noche la radio se va quedando sin voltaje. Entre la estática se escucha una triste y vieja canción que lo lleva lejos. Cree poder verse en el espejo luminoso de aquellos años en que no le aterraba despertar al amanecer y caminar sobre el campo regado de sol.

Tiene sed.

El espejo sin imagen lo devuelve a la cama y al calor de la noche. El ventilador gira más lento y parece tratar de calmarle la ansiedad con un son de cuna cantado por sus gastados engranajes.

Tiene sed.

Las sombras se alargan sobre la pared mientras la luz avanza lentamente sobre el cielo púrpura. Se vuelve hacia el reloj y es conciente de que no le alcanza el tiempo.

Tiene sed.

Cierra los ojos. El sol trepa implacable por las paredes del hotel y de a poco se cuela por su ventana.

Tiene sed.

El corazón le desborda el pecho. La adrenalina del final se mueve sinuosa en sus venas. Tantos años como nombres se le enredan en la lengua y la sed se le vuelve un deseo. Un epitafio. Cuando el sol toca sus pies se sacude con violencia, fruto de un efímero arrepentimiento final.

Ya no siente sed y sonríe mientras la brisa del amanecer se lleva las cenizas de su cuerpo. Nadie supo jamás su nombre. Algunos lo llamaron despectivamente vampiro.

lunes, julio 16, 2007

Habrá más "Expedientes X": se viene la segunda película inspirada en la popular serie

Será el regreso a la pantalla grande de los agentes Mulder y Scully, interpretados por David Duchovny y Gillian Anderson. Así lo confirma hoy la prensa de Hollywood. La serie de TV se realizó entre 1993 y 2002, y la primera película, en 1998.

David Duchovny y Gillian Anderson volverán a ponerse en la piel de los agentes federales Mulder y Scully, y protagonizarán la segunda película de "X-Files", la serie conocida aquí como "Los expedientes X". El propio Duchovny lo confirmó el sábado, según lo consigna hoy la prensa especializada de Hollywood.

El guión de la película estuvo a cargo de Chris Carter y Frank Spotnitz, los mismos de la primera, realizada en 1998. La serie –que contaba las aventuras de dos agentes del FBI especializados en hechos extraños y paranormales– fue un éxito de televisión durante casi una década, entre 1993 y 2002. Ganó numerosos premios, entre ellos tres Globo de Oro.

Duchovny se confirmó la versión sobre el filme durante una gira en la que promociona su última película, una comedia titulada "Californication", en la que interpreta a un novelista que sufre problemas en su vida privada.

* Fuente Diario Clarín

martes, julio 10, 2007

TUNEATE

¿NADIE TIENE LA REMERA QUE ESTAS BUSCANDO?
TERMINA DE BUSCAR ENTRA A http://www.ex-it.com.ar Y PEDÍ LA QUE QUIERAS.

LA ALEGRIA SENCILLA

No fue el triunfo de Macri.

No fue el triunfo de Boca.

No fue la candidatura de Kristina.

Y tampoco gano Argentina la Copa América.

Simplemente nevó.

Después de 89 años la capital y el conurbano se cubrieron de un manto espeso nieve e hizo, por un rato, a la gente feliz.

viernes, julio 06, 2007

UN RECOMENDADO


EL BLOGAZO DEL COMIC, UN LUGAR PARA SABER LAS NOVEDADES DEL INFINITO MUNDO DEL COMIC. BUENISIMO!

EL BLOGAZO ESTA AHORA EN NUESTROS LINKS

jueves, julio 05, 2007

DE TEMER


La simple pronunciación de su Nombre evoca recuerdos de espanto y abominación, combinados por el lamento de su ausencia. Narciso Ibáñez Menta se ha transformado en virtud a sus inquietantes proyectos en un referente del suspenso y el terror que todos ansiamos volver a ver.

Aunque la recaudación (cine – alquiler) de films como LA LLAMADA o EL JUEGO DEL MIEDO* demuestren que el interés del publico apoya el genero ni el cine ni la televisión han puesto atención en este hecho.

Cruzando el atlántico, España esta demostrando desde hace años que es un hábil creador de películas que ahondan tramas oscuras o fantásticas, clásicos ejemplos son LA SECTA DE LOS SIN NOMBRE o EL LABERINTO DEL FAUNO. A la estética pulida de estas realizaciones sumadas a una complejidad de trama efectista hay que agregarle nuevas formas de concluir las historias con el único fin de dejar al espectador sorprendido mirando los títulos.

Retomando estos métodos ya experimentados en la filmografía ibérica y sumándole una exquisita selección de directores entre los que se destacan, Alex de La Iglesia (El crimen Ferpecto), Jaume Balagueró (Los Sin Nombre), Chicho Ibáñez Serrador (hijo de Narciso) se pone al frente como productor general de PELÍCULAS PARA NO DORMIR.

Esta estupenda serie de seis películas de aproximadamente hora y media llevan el indiscutible sello de Ibáñez Menta y abren el juego para instalar el género de terror y suspenso en habla hispana con la misma calidad de realización e interpretaciones que los productos de origen extranjero.

PELICULAS PARA NO DORMIR ha sido editada en dvd y en nuestro país hay dos títulos para ver: LA HABITACION DEL NIÑO (Alex de la Iglesia) y REGRESO A MORIA (Mateo Gil). Las dos ahondan los temores de dos hombres.

LA HABITACION DEL NIÑO relata la historia de un periodista y reciente padre deberá lidiar con su creciente obsesión de no estar solo en su nueva casa. En REGRESO A MOIRA un escritor viudo vuelve a su pueblo natal con los recuerdos de una mujer a la que amo y traiciono de joven.

Para aquellos que se espantaron con los relatos de Narciso Ibáñez Menta no deben dudar en ver las producciones recientes de su hijo Chico que afirma cabalmente que algo del genio es hereditario.

*No recomiendo a los grandes cultores del género que se dejen influenciar por la poca creatividad de EL JUEGO DEL MIEDO. La trama por ligera y mal interpretada logra dar miedo.