viernes, diciembre 29, 2006

Apostar a una historia


* Por Nora Mazziotti (especialista Latinoamericana en Telenovelas). Profesora y admirada amiga.





Voy a hablar de algunos personajes que, sin ser los protagónicos, brillaron en Montecristo con luz propia. Uno es Lola, insuperable composición de Mónica Scapparone. Que empezó como una tilinga, calculadora, desconfiada, y terminó como un personaje inolvidable que desbordaba alegría, con ternura, tolerancia, sabiduría. Otro es Alberto Lombardo. Oscar Ferreiro acertó al componer un villano sin fisuras, que se movía cómodo tanto en los universos del bien como del mal. Y con ese acento criollo, con esos “che” con que expresaba su fastidio generalizado. Y Lisandro, otro trabajo maravilloso de quien es en este momento el mejor actor argentino, Roberto Carnaghi, inolvidable por sus torpezas, su desprecio por la vida ajena, y que también mostró a un niño que tuvo sueños, y que podría haber tenido otra vida. Y Leticia, María Oneto, que lloró como nadie, que podía entrar y salir de la cordura, sin abandonar nunca la sensatez ni el delirio. Y Luis Machín, con un Rocamora sutil, amable, parlanchín, ridículo, pero siempre exacto. Hay otros, cada uno con una historia, un conflicto, algo para contar. Es raro en televisión. ¿Por qué hubo tan buenos personajes? Porque hubo historia. Porque hubo autores –Adriana Lorenzón y Marcelo Camaño– que tuvieron ganas y talento para crear, para pensar, para dar aire al relato, para hacer que cada actor se luciera. ¿Aprenderán los responsables de la industria que hay que dejar contar a los que saben, que sin una buena historia no hay figura, no hay cambio de horario, no hay publicidad que te salve, no hay nada?

jueves, diciembre 28, 2006

UN FINAL HISTORICO









Uno esta acostumbrado a escucharse a si mismo mientras ve televisión, a repetir sus ideas, a comentarlas quizás con el que tiene al lado o expresarlas en algún blog a la mañana siguiente. Pero ser espectador junto a siete mil personas es una experiencia inolvidable.
Montecristo fue la ficción del año, por muchas razones que van desde el estilo de narración visual hasta el nivel de compromiso de la historia con “la historia”. Decir la verdad a costa de muchas reprimendas de los sectores denunciados, que esta vez no pudieron sembrar sus absurdas dudas sobre la verdad genocida.
A veces la verdad se da el lujo de tomar revancha en las valientes palabras de autores que no temen hacer hablar a personajes y a actores que no temen corromperse con la venganza y la envidia. Las tragedias nos calan profundo en el alma y ese pérfido parecido con nuestras vidas las hace carne en nuestros corazones.
Montecristo no bailó por nada, siguió sus propios designios y fue fiel a una audiencia que lloró, gritó y rió como hacía mucho nada podía hacerlo. Nos generó polémicas, nos volvió oráculos y profetas de finales insospechados. Nos compró, con buenos recursos, la inocencia del televidente. Fuimos maleables a sus entuertos, enredos y complejidades pero siempre tuvo la virtud de sorprendernos con las palabras.
No existe forma de explicar que se sentía al ver, junto a Estela Carlotto, el momento en que las hermanas sepultaban los restos de sus padres. Ninguna ficción en TV tomó tanto partido ni se animó a tanto. Es cierto que tendremos nuestros reparos, que el vivo fue desprolijo y que no pudo nombrar a tantos, pero cortada la trasmisión oficial había un ambiente de fiesta sin lágrimas por que el pasado había vuelto a contar su versión “desaparecida” de la historia. Por que gente de todas las edades se paró sobre sus butacas a cantar y a bailar por que la felicidad de la libertad de expresión no tiene precio. Camaño, Lorenzon, gracias por el fuego de las palabras y la valentía de la acción.

miércoles, diciembre 13, 2006

NORITA



Era swinger. Tenía muchos amantes. Pobres los hijos. Mandaba mensajes eróticos desde su celular. Esta en boca de Todo Río Cuarto. Seguro que la mato un taxi boy. En los countrys pasan cosas raras.

Nora Dalmasso en un abrir y cerrar de cámaras se convirtió en un sórdido personaje de una ficción montada por los noticieros y los programas de análisis. Poco importa quien era antes de la tragedia, su vida es un abanico de especulación, habladurías e invenciones dignas de un culebron de la tarde.
Detrás de la vorágine de escenarios se oculta el patético mensaje de trasladarle la culpa a la victima y, en este caso en particular, dejar entrever que podría haberlo merecido por vivir de forma “libertina”. De nada importa el móvil o el estrangulamiento que revela una conducta perversa y pasional, que en casos como en el del famoso Estrangulador de Boston, no necesariamente debe tener relación con las victima.
El discurso, supuestamente informativo de neto corte machista permite que los televidentes olviden el horror del crimen. El homicidio pasó a ser un detalle menor, nos seduce mirar detrás de las puertas cerradas para incentivar el morbo y nos volvemos expertos en ADN y querellas.
Seguimos siendo el país del “Algo habrán hecho” reformulados por la década menemista, en donde los muertos solo importan si son de clase media alta por que de lo contrario pertenecen solo a las estadísticas que nos horrorizan a fin de año. Pero tampoco nos alcanzan los retratos de vida de quien es asesinado, los detalles de la causa judicial o los resultados forenses, deglutimos a las victimas y las convertimos en “casos” haciéndoles perder su característica humana. Volviéndolos tristemente en personajes de una realidad ficcionada por editoriales e informes.

martes, diciembre 12, 2006

Pinochet se escapo al infierno



Se escapo de la justicia de los hombres
Se escapo de los honores de presidente, que no le correspondían
Se escapo de la historia dejando a la mitad de un pueblo llorando y a la mitad festejando
La muerte lo equiparo con aquellos que masacro en las calles y los estadios
La muerte lo equiparo con Allende con la diferencia de tener las manos sucias de sangre
La muerte lo debe haber depositado en el pasillo de las conciencias para que viera los rostros acusadores de la culpa y así podernos sentir amparados en la justicia divina
Augusto Pinochet fue velado en el regimiento Gral. O´Higgins, quien junto a San Martín y bolívar querían una américa justa y libre.
El horror de su caravana de muerte tuvo 17 años de poder y ninguna condena.
Solo queda esperar que su fantasma se desvanezca para liberar a Chile de la antinomia y la violencia.

miércoles, diciembre 06, 2006

EXPERIMENTOS CON PASADO




“El problema de los niños desaparecidos por
razones políticas es de tal gravedad que afecta
a la conciencia universal y debe ser resuelto
en su totalidad, y de tal manera,
que nunca mas serepita en nuestro país, ni en el mundo”
Niños desaparecidos. Jóvenes Encontrados, editorial Temas, 1999.

A poco de conocer cual es el verdadero negocio de Alberto Lombarda en la telenovela Montecristo, los indicios parecen confirmar que el misterio ocualta la búsqueda incesante de la perfección humana: La eugenesia (del griego, “bien nacido” o “buena reproducción). Esta filosofía social defiende la mejora de los rasgos hereditarios mediante la “reproducción selectiva” o la “manipulación genética”, entre otros métodos.
La naturaleza parece reafirmarse dentro de la eugenesia puesto que desde el útero los seres luchan por vivir y durante los complejos procesos de desarrollo de las distintas especies siempre suelen sobrevivir los más aptos.
Pero estos mismos postulados, tendientes a mejorar las razas, aliviar el sufrimiento y erradicar enfermedades se vieron teñidos, a lo largo de la historia, del germen nefasto de la discriminación. Llegando a su punto más álgido a través del científico alemán, Ernst Rüdin, a quien se le atribuye el ser el ideólogo de la “limpieza racial” del Holocausto.
Las manos ejecutoras de la atrocidad que busca la perfección, como las de Joseph Menguele, esgrimían ridículos postulados tratando de definir en que punto la sangre judía permanecía en las siguientes generaciones, para poder aniquilarla a tiempo.
Esa “perfección” a medida de los que ostentan poderes dictatoriales los argentinos padecimos la amputación de una generación con el único fin de terminar con el incansable fantasma de la subversión y el comunismo.
Hubo experimentos tan monstruosos como los de Menguele y son aquellos que apuntan a cercenar la identidad de recién nacidos y llevarlos a crecer, en la mayoría de los casos, en hogares cuya posición política era la de los apropiadores muchas veces asesinos de sus padres.
Esa apropiación de identidad y destino contribuye al secreto placer de los secuestradores de poder dar un hogar “derecho y humano” a los niños que nacían en el cautiverio de los centros de exterminio.
Una especie de eugenesia tercermundista que no fue capaz de prever las consecuencias de la búsqueda permanente de “Abuelas de Plaza de Mayo” que paso a paso construyeron archivos, recogieron testimonios de parientes y amigos de los padres desaparecidos y hasta el día de hoy llevan recuperados 85 nietos.
Esta eugenesia “de cuarta” buscaba lo mismo que los perversos nazis, extirpar lo que consideraban un mal palpable, una rebelión desechable, una vida despreciable.
Ese negocio despreciable del personaje de Alberto Lombardo es parte de ese engranaje de crimen y robo, de odio y aversión. El enfoque perfecto que une la perfección con la aberración forma parte de la trama principal de esta telenovela que cada noche atrapa a miles de televidentes.
El éxito no es el escándalo, no son las escenas de sexo, el éxito real es contar la verdad. El poder, después de treinta años, poner en vigencia la llaga más grande de la Argentina, sin temer represalias o amenazas. Aquellos secuestradores, aquellos médicos colaboracionistas, y esos pérfidos apropiadores, están cada noche en la pantalla como la culpa en sus conciencias.

domingo, diciembre 03, 2006

De concursos y fanatismo...



Todos tenemos nuestras pequeñas obsesiones y manías. En particular las mías pasan por la televisión, cada nuevo programa, cada nueva serie merece ser visto al menos una vez. Y si me gusta me vuelvo una fanática de remera y vincha. Una de esas series ha sido, DR. HOUSE, la cual he recomendado mucho en mi blog y la que vuelvo a recomendar. Es uno de los mejores ejemplos de una nueva categoría de ficción llamada DRAMEDY (mezcla de drama y comedia). Esta historia de un medico adicto, sin escrúpulos al cual le interesan mas los complejos procesos de las enfermedades que los pacientes, es una de las mas inteligentes producciones de los últimos tiempos.
Como ocurre con todo programa exitoso de la tv americana comienzan a circular en internet miles de historias escritas por los fanáticos, llamados fanfic. Es un fenómeno muy revelador, el ver las posturas de supuestos guionistas que escriben episodios virtuales, crean diálogos apegados a los perfiles de los personajes y juegan con sus propias ideas sobre el argumento.
Y...si de escribir se trata a mi me encanta y me encanta pensar tramas acordes a las preferencias que tengo en ese momento. En el titulo figura concurso y de eso se trata esta entrada, para todos los que son fanáticos de HOUSE acá hay links para bajar historias sobre House y su relación con esa jefa que le pone trabas, que lo obliga a hacer horas en la clínica medica y de la que, a mi entender, esta enamorado.


Ella
Escudo
Confesiones de los viernes
Investigaciones privadas
Venganza

jueves, noviembre 23, 2006

LA SOMBRA INVASORA




Reconocí, con estupor y tristeza, el cadáver del profesor. Su cuerpo se tendía débil sobre la cama, sus ojos conservaban, en el apagado reflejo, una terrible expresión de horror. Entre sus manos oprimía furiosamente un viejo cuaderno con tapas de piel.

José Doyle me había considerado una buena discípula. Con el correr del tiempo nuestra relación había rebasado los niveles de una amistad común y nos adoptamos mutuamente; fui para él la hija que no tuvo y el fue para mi el padre que perdí.

Esa mañana la policía había acudido a mi, para solicitarme reconocer el cuerpo del profesor. Aparentemente había fallecido a causa de un paro respiratorio, en el cuarto húmedo de una mugrosa pensión en la Boca.

Estuve sola en el cementerio. Aquellos amigos que habían aplaudido los logros académicos y que habían compartido las delicias de la fama, ahora brillaban por su ausencia.

Volví a la pensión para llevarme los papeles y libros que el profesor guardaba como un tesoro. La casera había sido muy clara, “ Tiene toda la tarde para juntar las cosas o las mando a quemar “, dijo.

Cada libro representaba un recuerdo, cada papel una anecdota. Parecía mentira que una vida entera entrase en el contenido de una caja de cartón. En medio de una pila de papeles apareció el viejo cuaderno de tapas de piel que había visto preso en las manos muertas del profesor. Lo abrí y mi atención se perdió en imaginativos cuentos y ensayos, escritos de puño y letra por mi tutor.

Había una narración al final que terminaba abruptamente, como si ella hubiese sido un último legado. Comencé a leerla desde el principio:

“ La noche se extinguió en los relojes con precisa puntualidad. Una vez más intenté rehuir la oscuridad, con el brillo engañoso de las velas, y procure conjurar el sueño en mil y un formas pero el cansancio no llego.

Resignado apague las luces y me acosté con la mecánica ceremoña de aquellos soldados que velaban la seguridad de los fuertes antiguos. Como ellos, aguardé la llegada del invasor.

Esta allí es una amenaza muda y súbita.

Cierro los ojos esperando que desaparezca que se desvanezca con la misma naturalidad con la que s e materializa pero no lo hace.

Permanece férreo, respirando al compás de la brisa. Sus ojos inexistentes, me escudriñaban como un párroco en la confesión, acosan mi sueño como una amante celosa. Lo odio y al hacerlo se expande en su negrura, colma lentamente la pared de venas oscuras por las cuales corre la sangre de mis miedos.

Trato de volver mi mente a la razón, que rige mi vida. Me explico, intento convencerme, en silencio que solo se trata de una sombra deforme. Que solo es el reflejo simple de un objeto concreto, tal vez un árbol o un edificio. Pero su forma continua moviéndose hacia mi con la naturaleza que solo poseen los monstruos.
Como un conjuro macabro, el inesperado invasor pretende alcanzarme con sus palabras engañadas de viento intenta convencerme de que lo escuche pero sé que, indefectiblemente, él ha venido a guiarme a la muerte. No puedo acallar su voz, recito con fuerza poemas de Neruda de los que no recuerdo el nombre, pero aún lo escucho.

Abro los ojos y decido enfrentar a mi enemigo. Aparecen de la negrura dos enormes ojos y una mueca fría de felicidad, malsana, se materializa en el espacio de su cuerpo. Pronuncia mi nombre con potestad. Sé que reclama mi alma al mismo tiempo que presiona y ahoga mis pulmones...”


Cerré el cuaderno con miedo y tristeza. Sin darme cuenta las horas de la tarde se habían esfumado en el transcurso del relato y las sombras de la noche habían tomado por asalto el pequeño cuarto. Mis ojos se empaparon en lagrimas al pensar que el profesor había experimentado una súbita psicosis. Entonces desde las sombras alguien pronunció mi nombre. Volví la vista y sobre la pared una forma se extendía perseguidora e inquisitiva.

Tomé la caja y salí del cuarto lo mas rápido que pude. La distancia que me separaba de la puerta, que antes me había parecido de no mas de una pulgada se transformó en un interminable corredor de oscuridad y de terror.

Mi nombre una y otra vez, acechante como la muerte, se propagaba en mis oídos como una infatigable letanía.

Finalmente di con la puerta y la abrí. La luz del pasillo inundo la habitación, con la misma fuerza con la que la que un vendaval azota el campo en verano.

lunes, noviembre 13, 2006

Olor a lluvia del Serengueti



(Un recuerdo de la infancia)

El miedo conjura extrañas trabas en la memoria. El tiempo transcurre sin que podamos traspasar los complejos sentimientos que reprimen la verdad e inevitablemente, en un sueño, en una tarde de lluvia o en una madrugada de insomnio el terror reaparece entre las sombras para no consentir el olvido.
El primer recuerdo que me llega de la casa es ese interminable jardín que tenía en el frente y cuya naturaleza voraz abarcaba las paredes con enredaderas minuciosas. Allí entre los rosales y glorietas, había vivido el abuelo hasta nuestra sorpresiva llegada una calurosa noche de septiembre.
La humedad y el claustrofóbico calor contrastaban con los continuos temblores de mi padre. Por alguna razón pensé entonces en mi madre. De ella me sobresalta el recuerdo de sus manos al despertarme y su sonrisa amplia que veo cada día en la imagen del espejo como un rasgo o una huella innegable de la genética.
A Silvia, así se llamaba mi mamá, se la llevaron a la salida de una fábrica en Córdoba y esa tarde, y todas las tardes me privaron de tomar la leche con ella y hablar de la escuela.
Encerrados en el estudio Papá y el abuelo discutieron por horas. Se reprochaban cosas del pasado y el abuelo le echaba en cara ser parte de una revolución de ingenuidad y mentiras que había propiciado la desaparición de su hija. El corazón me latió muy rápido y recorrí en segundos las ultimas horas de nuestro viaje; el traslado a la terminal, con las pocas cosas que cabían en un bolso. El abrazo interminable de “el gordo” y papá cuando bajamos del citroën destartalado.
Entonces no quise creer que mamá no iba a volver pero con el tiempo entendí que la ausencia prevalecería en su recuerdo y en mi sangre. Imborrable. Inolvidable. Mientras sentía el abrazo de mamá algodonando mi cansancio la discusión en el estudio continuó con una lluvia de rencores. Rebelde. Autoritario. Zurdo. Facho.
Sentado en el living, al lado del bolso de lona comencé a mirar, con las pupilas curiosas de los seis años, la extraña colección de cosas que mi abuelo amontonaba en aquel amplio espacio. Fotos de gente entre animales exóticos e inertes, un centenar de decorativos elefantes de variados colores y tamaños y la espigada figura de dos cuernos enmarcando un trofeo de vaya a saber que cosa.
También había un curioso cuarteto de muñequitas chinas blancas y frágiles que daba miedo respirarles encima por no lastimarlas. Una colección de rifles llenos de polvo, de caños largos y dudoso funcionamiento. Volví sobre mis pasos con un temor inconsciente hacia el arma y las suelas de mis zapatillas se hundieron en una superficie de ensueño.
Miré al piso y la ví. Majestuosa. Imponente. Furtivamente segura de su presencia como una diosa caída del paraíso. Me paré enfrente para dejarme caer en el influjo de sus ojos verdes brillosos como el jade. Su piel espesa y cobriza, erizada quizás por algún cuidado especial, me embelesó como un truco de magia perfecto.
Era una leona joven y aunque sometida a la maldición de ser solo una piel que formaba parte de una decoración barata logró helarme la sangre encerrándome lentamente en sus fauces lustrosas y muertas.
El abuelo salió del estudio y yo caí sentado a causa del hechizo roto entre la leona y yo. –No tengas miedo – me dijo el abuelo - está muerta.
A los cinco años la muerte es una difusa sombra entre la ausencia y el olvido, incomprensible e inalcanzable. Por alguna extraña razón sus palabras me sonaron a mentira y mientras me acariciaba el pelo con orgullo y afecto sentí náuseas.
Papá salió del estudio y se sentó conmigo en el sofá. Me sentí a salvo de la realidad, de la leona, del abuelo de mamá y su presencia ausente. En algún momento me dormí.
Con los días nos acostumbramos a vivir juntos sin molestarnos. A respetar las ganas de comer y la voluntad de no hacerlo; a compartir silencios inexplicables y a escuchar las anécdotas de safaris peligrosos, con el sabor de la presa herida, que solía relatar mi abuelo los días secos y soleados después del almuerzo.
Creo que fue una noche de enero cuando el calor condensado en la maleza del jardín se colaba por las ventanas. Ahogado bajé al living donde parecía haber un poco de brisa. Descalzo me di cuenta de la presencia de la leona y como una acción refleja me senté en la inmensidad de su lomo y en algún momento me dormí.
El aire a mí alrededor se volvió frió, nebuloso, húmedo. Era el despuntar del alba cuando la luz apenas dibujaba el contorno de las piedras y los arbustos. Tenía la respiración agitada y los tendones agarrotados por el cansancio de una noche interminable de caza y fuga.
Abrí la boca y dejé que células olfativas especiales trazasen el paraje y los peligros. El aroma silvestre de la sabana me conmovió y me dejó sentir la presencia de una pronta lluvia. Disimulada en la brisa se agazapaba la inconfundible y sofocante esencia del diesel y la pólvora. El corazón se me aceleró hasta subírseme a la garganta oprimiéndola con despiadada maldad.
Gire sobre mis pasos escuchando a lo lejos el furioso ronronear del motor del jeep. Corrí dejando el aliento hirviente sobre los pliegues del paisaje. Luego toda la estampida del escape se ahogó en el eco de la bala zanjando el aire. Me volví a medias y el proyectil, incandescente, se desarmó en mi vientre en una tormenta de perdigones.
El dolor me atontó y caí en la hierba fresca casi sumergiéndome en un sueño profundo. Los faros del jeep, que iluminaron mis pupilas dilatadas, no me permitieron ver las botas del cazador tan bien como si vislumbré mi destino. Apoyó una rodilla en la tierra difuminando ante mis ojos las sombras que cubrían su rostro. – Es una buena presa – dijo – va a completar mi colección.
El horror de su sonrisa coroló el final de mi existencia. Los rasgos satisfechos de mi abuelo solo pudieron ser la antesala del infierno cuando en el reflejo de sus ojos me vi a mí mismo como la leona del living. Morí con las primeras gotas de lluvia.
Me desperté de un salto sobre el lomo mullido de la leona y con una insoportable sensación de desamparo, por primera vez desde que se llevaron a mamá, lloré la brutal analogía con su secuestro aferrando las manos al pelaje en un abrazo eterno. Llovió mucho esa noche. El frió entró por cada rincón de la casa y yo me volví a dormir, esta vez, en el cobijo maternal de aquella piel que tanto había sufrido pero que me protegería sin importar lo que sucediese. Sobre la leona, en un sueño plácido, el aroma salvaje del olor a lluvia del serengueti me transportaba a la libertad de la vida antes de la noche infame de la caza.
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miércoles, noviembre 08, 2006

Libertad Digital





13 Reporteros al rededor del mundo están presos por no poder expresar sus opiniones en blogs o paginas digitales. Defendamos la libertad digital que nos permite conocer un mundo sin fronteras.
Participemos entrando a http://www.rsf.org/24h/
y dejando nuestro mensaje para cubrir de luz las zonas del planeta en donde se condena la libertad de expresión.

lunes, noviembre 06, 2006

BARRO



(Basado en la leyenda Hebrea del Golem)

El vacío y la oscuridad tejían una armonía infinita que se fue llenando de voces lejanas como plegarias. Y esas voces formaron letras cuya pronunciación divina conjuraban la alquimia de la creación y la vida.
E, fue escrita en la llanura de su palma y el vacío se llenó; M y la oscuridad perdió profundidad; E, nuevamente para abrir sus ojos; T y vió a su amo sonreír al contemplarlo vivo. EMET significa "verdad" en la escritura del libro sagrado. En aquella antigua lengua de los rabinos eruditos que estudiaban la Cábala como una ciencia aritmética que les permitiese llegar a Dios.
El anciano le explicó a la criatura recién forjada un conjunto de tareas que iban desde la limpieza de la casa y los jardines a la custodia de la honradez de la joven hija del amo. La criatura comprendió cada palabra con aquella fatua inteligencia que proveniente de su fuerte instinto por complacer al creador. Cumpliría con los quehaceres por el tiempo que su eternidad dispusiese.
El barro viviente, que alguna vez fue un elemento de la naturaleza, adquirió con el correr de los años la curiosidad que solo otorga la vida. La fascinación por la hija del amo fue fabricando en la materia recreada una mezcla confusa de seducción y culpa.
Como ocurre en la existencia de todos los seres y en las intrincadas tramas de las antiguas tragedias, quiso el azar que la joven correspondiese la fascinación de la criatura desencadenando la ira de su padre que, a través del melodrama de la vida, se convirtió en el oponente, en el enemigo.
Los jóvenes amantes inexpertos, combinación de barro y carne, lograron fugarse a tiempo de la vista del creador.
Cuando la luna iluminaba la ilusión del primer beso, los dedos de la joven recorrieron el barro en las manos de la criatura rozando la vieja escritura de su padre. EMET - susurró - y sin contener la caricia su dedo pulgar borró sin proponérselo la letra inicial. MET, muerto. El barro vivo en la criatura se secó ante sus ojos y se deshizo en mil partículas inertes ante sus lágrimas.

TREINTA

Un año mas, nací a las 17.30 de un día 6 en el fatídico año 1976.
Dejo a tras un año difícil, todavía intentando que a alguien le interesen mis palabras para poder vivir de ellas. Complejo y por momentos inalcanzable objetivo pero no esta acabado quien pelea.
Así que por primera vez, después de casi cinco años, volví a escribir un cuento. En realidad dos. Estoy emocionada...

martes, octubre 31, 2006

DEJA VU


“ Sueños de ríos, como escenas de una película olvidada, derivan a través de la noche, en tránsito entre la memoria y el deseo ”.
El día de la creación, j. G. Ballard

A Jorge Luis Borges

Cuando recibí el informe del estudio Valdez, el pulso, en mis venas ardió al punto del colapso y estalló violento en algún punto remoto, entre el corazón y el cerebro, entre la razón y la imaginación.
Alguien me dijo alguna vez que Deja-Vu es la sensación de haber vivido o soñado un momento presente. Pero conocí a un hombre que me aseguró que, al rememorar un suceso, modificó el presente y la historia. Entonces, no di crédito a su aseveración pero el tiempo transformó sus palabras en un credo obsesivo que impulsó la investigación de los hechos narrados.
El informe del estudio Valdez era preciso: Eric Drach, del que adjuntaban foto a los fines de verificar la identidad, tenía sesenta y tres años, tres hijos y cinco nietos. Durante la guerra del dieciocho recibió una medalla de honor por haber repelido un ataque enemigo.
Drach había enviudado hacía tres años y aún vivía en Francia, pero mi amigo, el que me refirió la historia increíble, cuyo parecido era idéntico al del hombre del informe, había muerto en Buenos Aires hacía más de cinco años, luego de pasar toda su vida en una silla de ruedas a causa de las balas que impactaron en su espina durante un ataque enemigo el 23 de mayo de 1918. Su nombre tambien era Erich Drach.
Recuerdo perfectamente la mañana de su muerte. Llegué al hospital al amanecer, acudiendo a su llamado, sabiendo que sería el último. Me senté a su lado y al ver que se quitaba la mascara de oxígeno me sobresalté. Me calmó con sus ojos cansados pero lúcidos y me pidió escuchase con atención lo que habría de contarme.
Drach tuvo un sueño, extraño y vívido. Volvió a recrear el ataque que lo había postrado. Vio sus pies sobre la tierra negra de la trinchera, humedecida por el sudor, el temor y la sangre. Caminó lentamente hacia el exterior, con los ojos poblados de sombras, tanteando como un ciego las paredes deformes del refugio.
Antes de salir a la superficie, tomó el revólver de su mochila. Presagiaba el destino porque ya lo conocía.
Al ver el campo de batalla yermo de tantas balas, botas y sangre al recordar que alguna vez fue un bello valle, las lágrimas se le atoraron en la garganta.
Miró el horizonte ausente al norte y vio la figura de un hombre avanzar rápidamente hacia él, con la ferocidad de un tigre al abalanzarse sobre la presa.
El tiempo, en el sueño, se volvió lento y, en un segundo eterno, fue capaz de tomar el revólver y disparar con éxito sobre el enemigo.
Retornó al refugio jadeante y, antes de que pudiese pensar en el horror de haber matado, se dejó encandilar por el fulgor de la batalla y luego, por la gloria de la victoria.
- Cambie todo – me dijo – al soñarlo: al saber lo que habría de suceder cambié el presente. No hubo balas para mí, ni exilio, ni nada.
Asentí compadeciéndolo, como se hace con los locos pero tomó mis manos con fuerza y casi con su último aliento, me aseguró:
- Esta mañana, antes de llamarte y después de recordar el ataque, ha venido a visitarme un extraño, dentro del mismo sueño. Caminó por el cuarto, escuché y conté cada uno de sus pasos: fueron trece. Reconocí su mirada al estudiarme a través de la máscara de oxígeno – tomó una amplia bocanada de aire, después del derrotero frenético de sus palabras – y cuando estuvo seguro de que lo escuchaba, se inclinó y me agradeció.
Negué enfáticamente el capricho de lo que creí eran alucinaciones pero Drach cerró sus puños sobre mis muñecas:
- No entendés, era mi voz la del extraño. Volví a soñar el pasado y lo modifiqué, me salvé y lo salvé, eso es lo que debía agradecerme.

jueves, octubre 26, 2006

29 AÑOS DE ABUELAS DE PLAZA DE MAYO



La pesquisa de la esperanza

Abrió la cortina de la cocina y el sol concentro todos sus sentidos con la promisoria luminosidad de ser un día hermoso.
Puso la pava en el fuego y como cada mañana no sintió ganas de comer nada. El trago amargo del mate le calaría profundamente en el estomago pero había aprendido a acostumbrarse.
Miro el patio, algunas plantas necesitaban agua, otras apenas florecían y las más viejas habían igualado con ella ese extraño ciclo de tiempo que las alejaba.
El mate estaba en el punto exacto, ni muy caliente ni muy frió, como le gustaba a Mariana, solo que esta vez era amargo y un poco mas triste.
El ritual del mate requería una compañía que no tenía y el embargo de la noche y el dolor, le nublaron la vista veintitantos años después. La ausencia duele cada día con la intensidad de la primera vez. Se queda flotando en las venas como una poción pesada y deja un mal sabor de boca luego de las lagrimas del recuerdo.
Pasa por el living y por las fotos que ya no ve. Los momentos que retrata los conoce de memoria y le dejan los brazos vacíos de abrazos y los labios secos de besos dados en la inmensidad de la noche y la espera.
La ducha le devuelve las ganas y a veces la deja cantar algún valcecito de melodía alegre y letra triste. Inevitable es que piense en como serán sus rasgos; el color de sus ojos, el tamaño de su sonrisa, la densidad de su cabello. Tal vez trasnoche con amigos y se levante de mal humor. Posiblemente sea un optimista sin cura y ría por los chistes más tontos como su mamá.
La ilusión le lleno el pecho de mariposas ganándole a la angustia del tiempo. Abrió la puerta de su casa con manos seguras y firmes; las mismas que no pudieron tener a su nieto el día de su nacimiento pero que lo buscan implacablemente en una pesquisa de esperanza.

GRACIAS ABUELAS

martes, octubre 10, 2006

UN JARDIN DESCOMUNAL



Me detuve frente a la reja que cercaba la casa y observé con detenimiento las formas, en apariencia arbitraria, en las cuales se doblaba y se retorcía el hierro herrumbrado. No eran dibujos azarosos sino más bien la representación de una ceremonia secreta de seres regordetes y pequeños como querubines celestiales. Respire la humedad de la hierba descontrolada que anidaba en todos los espacios que lograba divisar.
Abrí la puerta con una determinación inesperada y comencé a caminar por el jardín que se derramaba oscuro como la sangre de una victima reciente y desconocida. Había flores de formas y colores jamás imaginados semejantes a trozos de pintura dispersos y atractivos como las joyas de un cofre secreto.
En medio de un caos de naturaleza desmedida y frondosa se dibujaba el contorno gris profundo de una casa cuyas ventanas asemejaban las cuencas vacías de una calavera. La brisa, siempre presente hacia ondular los vestigios de cortinas, que ahora no eran mas que raidos recuerdos de una riqueza lejana.
La casa era fría y solitaria, de muebles escasos y gastados y de pisos duros de mármoles que alguna vez ostentaron el color del champgne. Un repiqueteo constante atrajo mis sentidos hacia lo que parecía ser el estudio.
Vi a través de una puerta entreabierta, el brillo de las llamas al arder como si un velo escarlata envolviese el recinto en un capullo infernal. Entré sin ser invitado con la inexplicable certeza de ser bienvenido.
Un hombre de facciones adustas me recibió sonriendo con educación "Lo he estado esperando", dijo.

Entonces desperté.

Cuando, hace más de un año, decidí acudir a la cita postergada con un viejo amigo de la infancia, las añoranzas y los recuerdos de vivencias comunes, no lograron disipar el fastidio que sentía propagarse en mi persona. Era una sensación despreciable, lo sé, pero inevitable. El tiempo de la niñez me unió a Daniel Morales pero paulatinamente los años del Llanero Solitario y el patrón de la vereda se diluyeron tras la aparición de los primeros compromisos y las primeras novias.

El bar, escogido para el reencuentro estaba levemente iluminado y vacío. En un rincón apartado Daniel Morales fumaba nerviosamente unos cigarrillos que a la distancia parecían ser negros. La esencia de la juventud compartida habia desaparecido tras unas pocas arrugas, un pelo escaso y demasiado cano y unos pómulos pronunciados que enunciaban la presencia de una salud frágil.

Nos saludamos y pude entrever en sus gestos que para él el tiempo no había transcurrido de la misma forma en que lo había hecho para mí. La conversación era ondulante y los temas abarcados se desplazaron elípticos entre las anécdotas, los recuerdos y las opiniones como si formasen parte de una impersonal entrevista laboral.

Daniel Morales encendió el décimo cigarrillo, aspiró profundamente el humo como si intentase hallar en él el valor necesario para realizar una confesión. No recuerdo con exactitud las palabras que utilizó pero me contó que padecía cáncer y que tan solo le quedaba un mes de vida. Entonces lo vi, en un recodo de mis recuerdos, niño como antaño. Recuperé su imagen fundida en olvido y recordé todas aquellas cosas que nos unieron y desprecié las vueltas del destino que terminaron por separarnos.

- No tengo amigos cercanos solo me quedás vos - respiró con dificultad como si las lágrimas que humedecían sus ojos oprimiese su garganta - solo quiero que me escuches por que creo que estoy enloqueciendo. Tengo un sueño terrible cada noche. Una pesadilla que me transporta hacia una casa y hacia un hombre que me espera - dijo con las manos temblorosas.

Me ofreció un cigarrillo y acepté pese a no haber fumado durante años. Dejó que el humo ascendiera misterioso y continuo su relato con dificultad.
- Conozco la pesadilla desde hace años, todo comenzó cuando conoci, brevemente, a una mujer.-

Colocó sobre la mesa un cuaderno azul decolorado por el agua que asemejaba a un fragmento de mar olvidado. Abrió las tapas delgadas y pude observar, en él, una caligrafía elegante y femenina, “Paula”, murmuró mientras comenzaba a contar la historia que, me advirtió, me parecería increíble.

Tal vez su timidez impenetrable no era más que cobardía. Quizás la felicidad no rehuyó a su destino sino que él mismo se aparto de ella con inconciencia.
Fue a fines un otoño que preso de la desesperación de la soledad comenzó a desperdiciar las tardes en la observación inocente de mujeres solitarias. Como si se tratase de un cortejó mudo que se esfumaba en intenciones. Nunca habló con ellas, ni precipitó un encuentro con artimañas de conquista, pero hubo una excepción.
Llovía a cantaros el día martes en que la conoció; las calles grises de la capital se confundian en el horizonte con las aplomadas nubes embebidas de tormenta. La vio caminar con una pasividad casi de ensueño, como si sus pasos se guiaran elegantes a través de un salón de baile. Sus ojos y su cabello largo eran oscuros como el deseo que despertó en él.
La siguió con la intención de hallar esa tarde la voluntad necesaria para afrontar un encuentro. Caminaron varias calles, separados por siete metros de cobardía pero había algo errante y desorientado en el andar de la mujer. Al cabo de una hora se detuvo frente a un jardin, custodiado por rejas y abrazado por una maleza descomunal y abriendo un cuaderno azul comenzó a escribir con desesperación.
La lluvia permanecía férrea en su intención de ser permanente y la mujer deslizaba las palabras sobre el papel con la misma pasión del agua.
Cerró el cuaderno y lo dejó sobre el cordón de la vereda. Miró hacia el cielo, con los ojos entrecerrados y sonrió como si contemplase la consumación de un milagro, en sus gestos se dibujo el brillo de una felicidad desconocida. Apresuró los pasos al cruzar la calle y un auto no se detuvo ante la aparición espontánea de su figura.
Se llamaba Paula, había nacido un año antes que él. Era soltera y compartía la soledad de una vida ausente de parientes con una gata al que llamaba Camila. Todo eso y más leyó en las hojas de aquel cuaderno azul cuya esencia era la de ser un diario intimo desteñido por la lluvia.
La última página del diario, escrita con menos perfección caligráfica y menos elegancia estilística, describía las imágenes de un sueño continuo o una pesadilla cruel. En él, Paula, encontraba las puertas de un jardín descomunal y salvaje y un hombre se hallaba esperándola en el interior lúgubre de una de una casa solitaria.
"Encontré el sueño" fueron las últimas palabras que escribió antes de cruzar la calle.

Las palabras que narró Daniel Morales se fundieron con las mías. He olvidado los gestos que acompañaron el relato pero me aseguró entonces que había comenzadó a soñar con aquel jardín, aquella casa y aquella cita desde el día en que los médicos le aseguraron que su enfermedad no tenía cura.

He soñado con el jardín y no me queda más que acudir a la cita.

miércoles, septiembre 27, 2006

85: Ya no es solamente un número




Hace unas semanas miraba la televisión y pensaba en los autores de MONTECRISTO, en los actores, en el cuerpo técnico, pensaba si llegaban a darse cuenta que estaban haciendo historia. No importa si ganan premios o si venden el formato, lo que hacen cada noche para provocarnos la “arcada del pasado” y la resaca indefinida de la memoria.
Entonces leí como Marcos, el nieto numero 85, se relajo mirando tele mientras esperaba sus exámenes de ADN, y mientras corrían las escenas de MONTECRISTO, cuando estaban en la cede de abuelas se vio a si mismo en una de las fotos y se reconoció.
Esa es la clave del éxito de esta novela, mas allá del raiting, cada noche conjura un golem de de carne y hueso, armado con la sangre, la memoria y nuestra mas terrible historia.

viernes, septiembre 15, 2006

El amanecer de la venganza: LA MEMORIA


A un día de cumplirse treinta años de la NOCHE DE LOS LAPICES

Es la telenovela más exitosa del momento. Todas las noches logra un promedio de 28 puntos de raiting. Es una historia de amor pero también es un reflejo de la historia argentina de los últimos treinta años.


Federico vive en capital y esta rozando los treinta años, es trompetista de una banda de jazz y después de unas cervezas para festejar el cumpleaños de su novia admite que no se pierde ni un solo capitulo de MONTECRISTO y la charla pronto deriva en la política, por valorar el talento y la valentía de volver sobre “los desaparecidos” cuando todavía la herida sangra.
En un shopping del norte de la provincia de Buenos Aires, una señora de cincuenta pasados, que desea aparentar al menos cuarenta, asegura ser fanática de la novela mientras mecha en la conversación el malestar que le provoca la baja en las jubilaciones a los miembros de las Fuerzas Armadas que afecta directamente a su padre.
Dos visiones que convergen cada noche alrededor de las diez y media para ver como un hombre traicionado, que lo perdió todo trata de recuperar su vida por medio de la venganza. Por que durante diez años en prisión aprendió que la justicia es solo uno de los muchos atributos del poder.
Dos visiones que son dos Argentinas, la memoria y el olvido, mezclados en una ficción que los une como lo haría el forjado de una moneda compleja parecida al “Zahir” de Borges, esa que solo al ser vista una vez se vuelve una pesadilla para la mente, una condena en el recuerdo.
La historia original, el folletín de Alejandro Dumas de más de ciento sesenta años de antigüedad contiene la vigencia del amor, la traición, la venganza y la justicia. Pero el fuerte contenido político del original obligo a los autores de este MONTECRISTO del siglo veintiuno a tratar de recrear ese microclima post napoleónico con la misma intensidad que la de su predecesor.
Indagaron la historia reciente en donde la corrupción, las crisis económicas y sociales no parecían alcanzar al horror, el dolor y, para algunos, la controversia que emanan de los años oscuros de la última dictadura militar.
La ficción combina la estructura del folletín con un repaso quirúrgico de los últimos treinta años de historia. Santiago Díaz Herrera (Pablo Echarri) es, a principio de los años noventa un joven abogado orgulloso de su padre que en plena época de los indultos planea reabrir la causa de la desaparición de un sindicalista de apellido Lozano.
La causa involucra el pasado del padre del mejor amigo de Santiago, Alberto Lombardo (Oscar Ferreiro) que asistió el parto de una joven detenida en Campo de Mayo y cuya hija fue apropiada por su captor, “El capitán me la prometió” dice Lisandro (Roberto Carnagui) regodeándose en la impunidad del robo.
Los últimos treinta años de historia pasan ante nuestros ojos a través del delicado prisma de la ficción forjado por la pluma de Marcelo Caamaño y Adriana Lorenzom.
El Proceso de Reorganización Nacional es el pasado cargado de dolor para Victoria (Viviana Saccone) y de dudas para Laura (Paola Krum). Mujeres que representan, respectivamente, el presente y el pasado del personaje de Santiago. Los tres atrapados en ese limbo del tiempo son victimas de los designios de la familia Lombardo.
Los Lombardo personifican ese sector de la sociedad que siempre se beneficia de la cercanía del poder. Asistió con colaboración durante la dictadura, luego utilizo esos “contactos” para armar una red de lealtades dentro de la justicia y la política. Por momentos suelen parecerse a esos empresarios, de trágico destino, que durante el menemismo trataban de ostentar el lujo y las silicotas de sus jóvenes amantes.
Pero algo hace intuir que la trama habrá de ligar a Lombardo Padre a una estructura de poder más antigua, quizas con conexiones que devengan del oro nazi. Pero eso es tan solo una suposición que el tiempo se encargara de refutar o afirmar.
El aporte artístico de la novela es innegable, recupera un clásico con los atributos técnicos y narrativos de la televisión moderna. Planos cerrados; enmarcados detrás de siluetas y sombras, un estilo musical propio que persiste aun en las versiones vendidas al exterior, diálogos profundos que no dejan de privarse de monólogos sustanciosos y sentimentales.
Sin embargo, esta historia de venganza, que mezcla el melodrama y el policial, maneja un don mucho más preciado y precioso: La memoria. La venganza esta en manos del recuerdo, por los que ya no están, por los que perdieron la identidad y la vida, por aquellos explotados y condenados por un sistema perverso al que solo le interesa el dinero y la acumulación de poder.
Treinta puntos de raiting están empezando a armar una “conciencia” colectiva. Aparecen las Abuelas de Plaza de Mayo, la búsqueda, las lagrimas secas que pertenecen a los que se no están.
Se dibuja, entre escenas, la memoria de la generación robada y aparecen los Libros de Rodolfo Walsh y la magistral semejanza de la historia de su nieta con la de Victoria.
La magnifica pluma de Walsh relata el estupor del crimen; como su hija protegió a su beba en un placard para luego subir a la azotea de su casa y gritar ante ciento cincuenta soldados que ellos no la mataban, ella elegía morir.
Esa Vicky de año y medio se mixtura con la Victoria de Viviana Saccone y el tiempo vuelve a pertenecerle a los ausentes. La ficción venga la perdida y el horror, desanda el camino del perdón, el punto final, el indulto y las prisiones domiciliarias. Deposita cada noche en todos los televisores la memoria y la vida.
Es por eso que esta vez es el turno de los muertos, de los desaparecidos. No importa cuantas marchas de desagravio, ni cuantas veces se esgrima la excusa de una guerra imposible entre quien tiene el poder de Estado y los que solo están en la calle a merced de sus propios dirigentes que pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha sin velar por ellos.
La batalla por la memoria se gana todas las noches, escena por escena, punto por punto, persona por persona, creando dudas, discusiones y remembranzas de la noche más larga de nuestra historia. La noche que nos dejo solos: Hasta que llego el amanecer de la venganza.

miércoles, septiembre 13, 2006

REFLEXIONES DE UN DESTINO REDENTOR





El trato había sido simple: cinco mil pesos por una bala. Los detalles se venían arreglando desde hacia meses; la victima era un joven activista sindical que estaba causando demasiados problemas a la patronal de una metalúrgica. No le interesaban los nombres, su trabajo era simple, actuar, cobrar y desaparecer. Los nombres y las señas, eran peligrosas piezas de un rompecabezas que no le correspondía armar.
Miro el reloj, mientras se apoyaba con cansancio sobre la barra del bar. Pidió una ginebra y a través de la ventana contemplo, las luces de la calle mecerse con el viento como péndulos de oro puro colgando del aparador de una joyería. Sintió el ardor de la ginebra descender, lentamente por su garganta, y como otras tantas veces pretendió que su innegable presencia le infundiese coraje.
Esta ves no ocurrió.
Vio su propio reflejo sobre el espejo ubicado, detrás de la maquina registradora y las botellas multicolores de licor y reconoció en sus rasgos afilados y decolorados, la presencia del hastió. Tal vez de la culpa. Cerro los ojos y una espiral de recuerdos controlo sus pensamientos; sangre, lagrimas y pedidos de misericordia desentendidos, mezclándose con sus propias manos y sus propios actos.
Alguna ves pensó, que jamás se cansaría de su trabajo, que era uno igual a cualquiera. Pero por las noches, en el agudo silencio de la oscuridad, el sueño se volvió una compañía ausente que termino por sembrar en su alma la fatiga y la condena.
Ahora, estaba allí mirando su reflejo descomponerse en luces y sombras de agonía, muerte y responsabilidad. Ya no necesitaba el dinero, podía dar la vuelta y anular el trato, pero para su pesar era una persona de palabra.
Pago con un puñado desordenado de monedas y billetes, se puso de pie con convicción y observo a su gemelo invertido, en el espejo. Le propino un guiño y sonriendo con desdén amargo se dirigió a la cita.
Afuera, el cielo se había ennegrecido de tormenta, que no tardo en dehojarce, lentamente, sobre su rostro, como las delicadas caricias de una amante omnipresente. La espera era el peor de los transes, en todo momento, sentía posarse sobre sus hombros, la mirada inquisitiva del demonio que reía de su temor, y que con palabras adulatorias alimentaba el conjuro del valor.
El tiempo se detuvo en un repentino segundo de duda, luego retomo su marcha lentamente. Con un gesto de confianza saco el revolver de su cintura y visualizo al joven sindicalista entre un tumulto de personas. Levanto el brazo y fijo el blanco, por un instante, la presa y el cazador se miraron a los ojos.
Oprimió el gatillo mecánicamente, la bala surco el aire como un relámpago contenido en una tempestad de lentitud, y antes, de que el proyectil impactase, la culpa le obligo a cerrar los párpados.
Espero los gritos, los llantos aterrados, los sonidos desesperados del crimen pero solo escucho el silencio de sus pensamientos y los murmullos del arrepentimiento. Luego percibió un calor redentor volcándose sobre su frente como el agua bendita de los bautismos. Respiro profundamente y un dolor penetrante circuló a través de su cabeza como un incendio incontrolable.
Abrió los ojos lentamente, las tinieblas y los fulgores de la realidad, se reagruparon como los gajos inconscientes de un sueño. La confusión pobló sus últimos suspiros cuando frente a sí, vio su propia imagen sosteniendo un arma humeante.
Antes de que su cabeza, deshecha por el disparo, chocase con el piso agradeció la liberación de haberse convertido en la victima.

sábado, agosto 19, 2006

EL ANATOMISTA DE LA MUERTE


El medico despertó con asco y desazón. Los vapores del laboratorio estaban contaminando sus sentidos y descomponiendo su estómago. Se levantó, lavó su rostro como todos los días y contempló, por un instante su imagen decolorada en el espejo. Recorrió, con la punta del dedo índice, el contorno de sus facciones y pensó en su trabajo, “Un arte” murmuró con vanidad.
Su labor era la de preservar la apariencia de los vivos cuando la muerte cerrara sus manos sobre ellos. Un cuerpo tras otro perfeccionaba la técnica, restauraba heridas y momificaba gestos con una naturalidad sorprendente. Ahora su único trabajo era ella. Volvió la vista al laboratorio y observó el reposar desnudo de la mujer. Una mezcla de lujuria y vanagloria recorrieron sus sentidos. Escuchó tiros a lo lejos y comprendió que era hora de culminar su obra, “Serás la mejor”, pensó en silencio y comenzó a vestirse.
Su ropa, perfectamente pulcra, poseía un perpetuo y repugnante olor a formol.
Descubrió el rostro de la mujer. Allí estaba, con expresión santa, la dueña de las polémicas; la artífice, conciente de miserias y alegrías. Ahora, fríamente muerta, era solo el recuerdo de glorias pasadas, una luz apagada en sus propios rencores y en su propio calvario.
El medico se inclinó y observó con detalle el color de las venas. El azul profundo, obtenido por los líquidos conservantes, colmó sus pretensiones. Verificó, con clínica mecánica, la posición de los músculos y de los huesos; la textura de la piel y la consistencia de la carne. Donde hizó falta inyectó más conservantes. Con cuidado abrió los ojos y contempló las pupilas que, de tan intactas, le provocaron escalofríos.
Se incorporó y tuvo la sensación de que la perfección del cuerpo era extrema, como si un sueño extraño hubiese atrapado a la mujer y la hubiese mantenido, en cuerpo y alma, oculta de la muerte. Sabía que no era posible. No estaba viva en realidad. Pero era finalmente incorruptible. Eterna.
A lo lejos se escucharon sirenas y tiros. A través de la ventana un reflejo anaranjado inundaba uno de los lados del laboratorio: un incendio, en el puerto, comenzaba a hacerse infernal. Temió por el inflamable estado de su trabajo. Acarició el cabello de la mujer y sacando un llavero del bolsillo se aproximó a una sala contigua.
En el recinto con llave moraban, en distintos cofres, las réplicas de ella acuñadas en cera. Dormían por igual el estado indiscutible de su perfección. Solo un avezado patólogo podría haber descubierto la diferencia entre la mujer y sus hermanas.
Decidió que era tiempo de hacerla descansar y convertirla en un objeto de observación, admiración y devoción. La depositó en una cámara negra y con el arte propia de un mago ó un espiritista, hizo pendular el cuerpo sobre unos hilos invisibles.
La perfección extraordinaria de su trabajo, hacía que los visitantes se descompusiesen de estupor y sorpresa. Él los espiaba entre las cortinas, en la oscuridad sus gestos se colmaban de vanidad y en privado volvía a pensar en ella. Antes de dormir, todas las noches, pasaba a verla. Permanecía horas de pie, solo observándola. Ensimismado con los ojos perdidos entre la devoción y la pasión. Pero todo aquel ritual comenzaba a ser parte de una obsesión.
Durante tres años dedicó cada minuto de su vida a perpetuar la perfección de la muerta. Observando y mirando consumaba el deseo. Malsanamente, es cierto, pero sabia que en el fondo ella le pertenecía. La había hecho renacer, como un Fénix glorioso. Era su segundo padre. Pero reconocía, pese a sus anhelos, que la posesión de la mujer era efímera. Pronto llegarían a reclamarla para conseguir con su vida, suspendida en muerte, nuevos triunfos. Nuevos años de poder.
Se pregunto por el general (¿Dónde estaría ahora ?). Él había sido el más interesado en conservarla. Después de todo ella era su esposa y habían compartido además de la vida conyugal, una próspera sociedad política. Pero ahora él estaba exiliado y prófugo y el gobierno militar que lo reemplazaba tenia demasiado interés en destruir todo aquello que recordase al antiguo régimen. Por primera vez tuvo miedo. Temió que la lastimaran, la quemaran ó la enterraran, y así corrompiesen su perfección y la vez su trabajo.
Como suele suceder con el advenimiento del miedo, los recuerdos regresan con la fuerza de la trascendencia. Volvió varios años hacia el pasado; allí estaba ella, viva aún, se esforzó por rememorar con detalles aquel fugaz momento pero no pudo.
No era bonita, pero de su personalidad emanaba un magnetismo singular. Si no se cruzaba con ella más que un par de palabras, se pensaba que era reservada; pero, en realidad era una rara mezcla de vulgaridad y carácter. Una dama admirable pero salvaje. Se notaba que el general, en selectos círculos sociales, la influenciaba de sobremanera a los efectos de adormecer sus peculiares características. En los palcos, en los actos, ella era realmente libre; gritaba, se conmovía y se comportaba amparada en los sentimientos, humanos más primitivos y básicos.
Ella no le dirigió la palabra, no supo entonces que el médico la observaba con atención y que en el futuro el preservaría la imagen de su vida con extraordinaria maestría. Al anatomista le hubiese gustado poseer mas remembranzas de aquel momento, para recrearla luego con mayor perfección.
El sonido intermitente del teléfono, lo hizo regresar a la realidad. Del otro lado, su saludo fue respondido con sequedad por un coronel, de apellido alemán que le hizo saber que debía ver a la mujer cuanto antes. Buscó excusas pertinentes pero el militar con un típico comportamiento autoritario le reitero que debía verla con urgencia y que salía para el laboratorio.
Supo entonces que debería despedirse de ella. La madrugada se diluyó lentamente y las sombras de la noche se fueron consumiendo en luz. El médico estrechó lánguidamente la mano que le ofreció en saludo el coronel. El militar encendió una pipa y sacó del maletín varios folios en cuya tapa se podía leer “Secreto”.
- He venido en representación del gobierno, créame, que esto me da muchísimo pudor.
El anatomista lo miro sin entender.
- Realmente no comprendo de qué está hablando.
El coronel esbozo una sonrisa sarcástica y dio una calada profunda antes de retomar la palabra.
- Estos documentos dicen que usted se niega a devolver el cuerpo de... bueno “la señora”, por que el gobierno, ahora fugitivo del general le adeuda dinero.
- No es así, he cobrado en término, la conservo aquí por que esta a salvo y por que he dado mi palabra a su madre. He prometido velar por ella.
- Vamos, estamos solos, la deuda de dinero no es lo único que esta en estos informes. Aquí dice que usted se ha obsesionado con ella. Que la ama...Me da asco pensarlo.
El médico miró al militar con profunda vergüenza pero no admitió nada, algo en aquel hombre lo hacia desconfiar.
- No sé quién es usted, pero me ofende su falta de respeto hacia la señora.
- "Señora", qué ironía, llegar al presidencia montada en el calor de las sabanas. Lamento decirle que el gobierno pretende darle sepultura y he sido asignado para ello.
El militar recogió los informes y se puso de pie extendiendo lentamente su mano marcial.
- Soy el coronel Mori Kroenig, ahora nos conocemos. Tiene dos días para acondicionar todo. Nosotros nos encargaremos de ella. Lo haré personalmente.
El médico sintió escalofríos, vio en los ojos del militar el fulgor que veía en los propios al mirarse al espejo. Pedro Ara supo entonces que el coronel tendría en su poder por mucho tiempo, el destino, la eternidad y el cuerpo de Eva Perón.

martes, agosto 15, 2006

GATO


Puede, a simple vista, parecer receloso, interesado y antipático pero no lo es.
Todas sus actitudes y cariños encierran algo de misterio y hacen que nuestro afecto se debata entre la protección y la desconfianza.
Toda él ó ella parece brindar solo aquello que no limite ó comprometa su libertad. Esta con nosotros por que quiere, no por que nos quiera. Aunque tal vez a su manera lo haga.
Sus ojos son esferas asombrosas y vivas; se cierran a la luz en forma diamantes oscuros y se abren como misteriosas lunas negras en la oscuridad. Si observamos su perfil, sus ojos se transforman en cristalinas pompas que parecen de jabón.
Sus bigotes, del ancho exacto de su cuerpo, son su extremidad mas sensitiva y como un equilibrista abesado, ellos son su manubrio de equilibrio en las finas cornisas y en los estrechos lugares. Tiene permanentemente una mueca graciosa, como si riera de todo.
Las orejas se yerguen firmes y expuestas, sin temor exhibe la cavidad interior del oído como si se tratase de un túnel que permitiese explorar su cerebro y así su mente y así sus sentimientos.
El cuello es fino y frágil y es el mayor se sus placeres recibir en el todo el afecto posible. Con el placer, con el cariño y con el agradecimiento, sobreviene el ronroneo. Una especie de sonido continuo y misterioso que se propaga en nuestros sentidos como un viento cálido.
Su lengua es rugosa, como la lija, y parece desconocer el dolor que ella nos provoca cuando lame nuestras manos con complacencia.
Su cuerpo, es al tacto, es una composición de sensaciones y contracciones que reflejan su amor ó su rechazo. La columna solo termina cundo nuestras caricias se detienen, casi siempre al final de la cola. Sus patas son cálidas y compasivas pero las garras que en ellas posee pueden provocar el mas insoportable de los ardores.
Su andar es siempre seductor y seguro como si fuese una musa o una aparición. Es silencioso y cautivante, puede recorrer con gracia y agilidad el rededor de miles de objetos sin moverlos. La torpeza es una característica ausente en su personalidad.
De su especie suele decirse que tiene siete vidas ó nueve, dependiendo de la leyenda. Que los que son negros traen mala suerte y son la reencarnación de las brujas. También es común escuchar que cuando se quedan inmóviles y contemplan el vacío imnotizados, observan en realidad el paso ausente, a nuestros ojos, de algún espíritu.
Son personajes milenarios sus figuras recorren el mundo desde las pirámides del lejano oriente hasta las paginas contemporáneas de miles de libros. Son irreverentes, sin que se les pida se unen a alguien solo por su afán tácito de odiar la soledad, aunque sean solitarios. El misterio y la personalidad recelosa los convirtieron en el objeto de adoración de miles de escritores, desde Chandler a Borges y desde Poe a Soriano.
Lo que nos atrae de ellos es la incógnita que rodea su vida. Es el de conservarse salvaje, inconquistable y altivo. No somos sus dueños solo compartimos juntos la jornada, que indefectiblemente, nos conducirá al final.

miércoles, agosto 09, 2006

LA CARTA



Varsovia, 15 de septiembre de 1943

Estimada Doctora Gutiérrez:

Le envío estas simples líneas para felicitar sus logros en el campo de la medicina. Vamos, no se sonroje, sé que recién se ha recibido y eso ya es un mérito indescriptible en esta tierra de fracasos y mentiras. Usted será una buena profesional y, créame, sus “esfuerzos” serán bien recompensados ética y económicamente
Se estará preguntando, a estas alturas, a qué se deben estas palabras de buen augurio.
Bueno, quiero dejarle en claro que son enteramente desinteresadas y genuinas. Sí, lo sé,
¿quién soy?
Es, realmente, una pregunta interesante. Me la imagino sentada en su precario escritorio de residencia, revolviendo el café amargo mientras su frente se arruga con preocupación. Y no he de hablar de su bata abierta, pues deja entrever un vestido demasiado sensual para las rondas matutinas.
Todo es por el doctor Ramírez. Esa infame atracción que comparten es verdaderamente un insulto a la profesión y ni que hablar de la moralidad, pues él es un hombre casado.
Qué dirían sus padres si se enteraran?. Allá, perdidos en un pueblito de Formosa, esperando que su hija sea una mujer digna, una doctora exitosa en la capital, mientras ella, sin recelo se sumerge en sábanas ajenas para llegar a obtener un buen rédito.
No se ponga así, no rompa la carta. Sopórteme un poco más.
Se acuerda de Emilia?.
Su amiga formoseña, a la que traicionó, robándole su primer novio. Ese remedo de estudiante, que no era mas que un delincuente disfrazado. No perdió mucho con aquel desengaño, pero a partir de ese momento se propuso no involucrarse con nadie, a menos que hubiese una buena recompensa, económica por cierto, que la espere a la vuelta del éxtasis.
¿Quién soy?
Digamos que un acreedor. Usted me debe algo. Y voy a cobrarlo.
No intente evocar sus errores en busca de mi persona, no podrá encontrarme en sus recuerdos. Lo que me debe no es negociable, lo siento y debo cobrarlo con diligencia. Me es requerido.
Estoy terminando unos negocios enormes y extenuantes en Europa pero estimo nos veremos dentro de un par de años.
Sé qué va a hacer. Romperá esta carta y olvidará todas sus palabras. Todos lo hacen.

Nos veremos muy pronto, cordialmente.

LA MUERTE

lunes, agosto 07, 2006

Id Love to Change the wolrd (peace for everyone)

Una reflexion sobre la paz que necesitamos. Los hombres que dieron su vida por ella y los que padecen la muerte...

UNA NOCHE DE LLUVIA



El cielo, como un telón de seda negra, observaba con ojos invisibles la escena; unas pocas flores marchitas sobre grumos húmedos y deshechos de tierra y un olor de recuerdos en descomposición que se elevaba en el aire como un perfume barato.

De rodillas, contenía el llanto, mientras la lluvia se volvía frenética y cada vez mas helada. La noche estaba desplegándose tras la tormenta y las estrellas ausentes centellaban en las lagrimas que habían comenzado a caer de sus ojos.

Unas cuantas huellas de pisadas desaparecían con la lluvia, y una par de colillas de cigarrillos, de amigos quizás, empezaron a nadar hacia la alcantarilla y hacia la perdición. Tal vez hablaron de ella con melancolía, pero en realidad sabia que solo habían acudido aquella mañana para comprobar que ya no habría de volver.

Su aliento se cristalizo en el aire, de pronto. Un hombre a sus espaldas la estaba observando. Se volvió lentamente y vio primero una pala y luego unas botas gruesas de lluvia - Disculpe - dijo el desconocido - pero necesito quitar las flores antes de que cerremos.

Se puso de pie y una brisa suave se coló en sus ropas mojadas - Que hora es ? - pregunto con un hilo de voz que pareció mas un suspiro que el inicio de un diálogo casual.

- Son casi las seis y media - respondió el desconocido levantando algunas flores con la pala y arrojándolas a un tacho de lata, como se arrojan los sueños perdidos a la inclemente realidad. - La conocía ? - pregunto el extraño, jadeando por el esfuerzo y el frió.

Miró la tumba con detenimiento, con tristeza contenida, vio su propio nombre sobre la lapida y sonrió - Algo así - dijo antes de comenzar a caminar hasta perderse entre la tormenta, la noche y el olvido.

domingo, agosto 06, 2006

Es solo Una cuestion de actitud

Anime y mas. Vuelven los videos!

miércoles, agosto 02, 2006

MOSCA



Mis piernas se extienden múltiples con rápidos y ágiles movimientos. A simple vista, de tan delgadas, dan la apariencia equivoca de fragilidad sin dar muestra de lo seguras y firmes que son. Parecen calcular por sí mismas la confiabilidad del terreno. Son capaces de proezas dignas de malabaristas, me han convencido de ello en mil y una huidas.
Agito mis alas con aparente nerviosismo cuando en realidad obro calmadamente. Mi cuerpo no posee carne, sólo nervios que funcionan con rítmicos impulsos de algo parecido a la electricidad. Mi piel, verde en su extensión, esta cubierta de vellos sensitivos, los que suelen advertirme cambios repentinos de brisa y peligros inminentes. Mis miradas son cientos, todas distintas; penden sobre mi cabeza como un faro sobre la playa. Mi boca es cónica y extensa.
Lamento la ausencia de la calma. No duermo. No reposo. Siempre estoy alerta. Siento permanentemente la amenaza, nunca sé de qué se trata, pero siempre esta allí, esperando por atraparme. Aguardo como un condenado en el patíbulo de la cárcel más grande de todas, el mundo. Me he convertido en un ser receloso y desconfiado. No ha sido a propósito; todo en mí es consecuencia del obrar perverso de la naturaleza.
Ahora puedo sentir el deleitable olor otra vez. No está muy lejos. Es penetrante, atractivo y, aunque parezca extraño, mis ojos pueden percatarse de su presencia, como si se tratase de una fantasmal luminiscencia. Lo ansío, lo deseo, mi boca se colma de saliva. Sé que proviene de la lenta descomposición de un cuerpo, no me da asco, la sola idea de saborear a la muerte enciende mis sentidos.
Estoy cerca. Me sumerjo en el éxtasis del aroma, dejando que mi cuerpo caiga en él como lo hacen los hombres al arrojarse al arroyo. Llego a la fuente, algo confundido por la pasión que se funde en mi estómago. Su color tiene el fulgor de las divinidades, su consistencia es tierna como los frutos maduros de la selva. Poso mi cuerpo sobre él, tiemblo de deseo. Como un impulso devuelvo y observo como los ácidos del liquido comienzan a disolver a mi presa. Creo que es el cuerpo marchito de un hombre de poco más de treinta años, sus ojos perdieron el reflejo de la vida y se transformaron en piedras opacas. Pese a todo, aún no ha muerto, como una imperceptible brisa puedo escuchar la letanía de su respiración.
Por un instante, me paralizo. Contemplo el momento, miro el alimento con el mismo respeto y devoción que reflejan los ojos cristianos durante la comunión.
Me inclino con cuidado y dejo que mis labios toquen lánguidamente la carne deshecha. El simple contacto dispara a furia el hambre y comienzo a sorber con fuerza. Mis ojos se nublan y por un momento puedo experimentar los sentimientos de la carne. Muriendo parte de un todo. Consumiéndose sin obtener de su vida más gloria que la de saciar mi apetito.
Lentamente el hombre muere. El aroma de la descomposición se hace más fuerte e internamente veo su cuerpo como un manjar infinito. Lo sobrevuelo como un terrateniente dichoso. Es mío. Ahora y hasta el momento en que se consuma para siempre.

domingo, julio 30, 2006

Homenaje



UN FINAL FELIZ

(Tributo a Truman Capote)

Escena. Un bar a las afueras de Los Ángeles, un tanto obscuro, nublado por las tinieblas de los cigarrillos nocturnos y los vapores, invisibles, de las bebidas de cuerpo voluptuoso como el whisky y el ruhm. Pasa de la medianoche, llueve copiosa y fríamente; las gotas parecen agujas hipodérmicas que se clavan en las venas del asfalto. Apenas hay tres clientes, cuyos ojos apagados de borrachera son faroles que iluminan la nada.
Tengo los codos apoyados sobre la barra, ya, no hay más trabajo y mis piernas lo agradecen. Dejé la bandeja en su lugar y terminé las pocas paginas que me quedaban de “Desayuno en Tiffanny´s”. Por unos minutos sentí deseos de dejarlo todo, ser como Holly Holightly, la protagonista del libro, una mujer cuyo oficio es el de ser viajera; Pero solo soy una mesera de medio tiempo, sin dinero y con un futuro, demasiado incierto.
Luego recordé el final de la novela: Holly, engañada y perseguida, abandona a sus amigos habiendo sido presa de su estándar de vida. Siempre quiso ser la esposa importante de alguien y sólo logro ser recordada por alguien, que tal vez, la amó. Suspiré y reconocí que no quería terminar de esa forma, tan solo queria poseer la misma entereza y el mismo carácter, para algún día dejar mi trabajo mediocre y salir al mundo. “Sueños”, dije con sarcasmo y continué mirando, como los borrachos, la nada.
La puerta se abrió dejando entrar la helada brisa del exterior, que olía a pecera sucia y olvido. Una mujer de anteojos negros entró algo apresurada y se sentó en una de las mesas del fondo. Se quitó las gafas, ocultando su rostro expuesto, en las sombras fantasmales del bar.
Con desgano, me acerqué a preguntarle si deseaba tomar algo. Sus ojos azules eran melancólicos como los de los desterrados, sus gestos cargaban con la congoja de los funerales. Creo que intuyó mi descubrimiento, bajó la vista balbuceando que sólo tomaría un café negro.
Preparé la taza con cuidado, observando sus movimientos en las sombras; había encendido un cigarrillo rubio, con la vista fija en la puerta. Su cabello era fino, delicado, de un rojo-fuego brillante como el oro puro de las joyas antiguas. Sus dedos tamborileaban impacientes el mantel champagne y la mesa.
Cuando vio que me acercaba con la taza volvió a colocarse las gafas, -Doble -dije- cortesía de la casa. Agradeció con una sonrisa efímera y teatral.
Volví a la barra y abrí nuevamente el libro que había terminado, para simular una lectura y así poder observarla. Con nerviosismo, arrojó una pizca de azúcar y revolvió furiosamente el humeante café con los ojos clavados en la entrada. Esperaba a alguien, era indudable.
Uno de los borrachos se puso de pie, entre mareos y maldiciones. Tomó el último trago con ira para luego caminar tambaleante hacia la salida, sin decidir si salir o desmayarse. Se infundió coraje como un gladiador romano y abrió la puerta de par en par, acomodó su saco y salió a la líquida intemperie de la lluvia. La hoja había comenzado a cerrarse, en su chillido marchito, cuando las manos de un hombre le impidieron continuar su letanía.
Miré a la mujer, en las sombras, pues el persistente sonido de sus dedos al tamborillear la mesa se había detenido. Era a él a quien esperaba. Bajo la débil luz de la entrada, distinguí sus rasgos; Alto, delgado, de ojos oscuros y profundos, también en él se percibía una tristeza absoluta.
Miró hacia los lados, antes de sentarse frente a ella; ambos sonrieron con la candidez de los un niños al cometer travesuras y luego se tomaron de las manos.
Me aferré a las tapas delgadas del libro, como los náufragos a un salvavidas en medio de la tempestad, y los observé sin culpa ni decoro.
A simple vista parecían amarse mas allá de la comprensión y ese cariño desmedido era una virtud envidiable. Luego comenzaron a batallar con palabras, como enemigos irreconciliables. No pude descifrar la discusión pero algo entre ellos estaba quebrándose como el cielo gris en el exterior. Ella lloró y negó, él bajo la cabeza mientras hacía girar una alianza de oro que se ceñía a su dedo anular, como la cadena a un preso lo liga con su condena y su destino.
Quiso detenerla, sus ojos, sus manos y sus palabras se desesperaron por hacerlo, pero no pudo. Ella secó sus lágrimas con amargura y salió del bar. Pude verla a través de la ventana, estaba de pie dejando que la lluvia se uniese con su llanto. Al volver la vista lo vi junto a la puerta, dibujando con los dedos la figura de la mujer sobre el cristal empañado. También estaba llorando cuando salió, no tuvo que llamarla para que ella se volviese.
Se miraron, tal vez sonrieron; luego sus cuerpos se mezclaron en una abrazo eterno como el conjuro de los besos que compartieron ante la mirada de la noche deshecha de lluvia. El tiempo se detuvo para retenerlos como una postal instantánea de felicidad. También se paralizó el humo de los cigarrillos, el hálito de los borrachos del bar, el tránsito en la calle y la bruma de la tormenta. La visión de aquellos amantes irradiaba una felicidad trágica, una sensualidad secreta, una especie de magia, escapada de los sueños o de los cuentos de hadas a la hora de dormir.
La lluvia se detuvo, cuando caminaron por el bulevar y fueron engullidos por la solemnidad de la noche. No volví a saber de ellos pero, junto a la propina, él había dejado el anillo. Tal vez ahora sean felices.
La madrugada estaba desapareciendo con las primeras luces del amanecer; decidí dejar el bar y descubrir el mundo, como Holly Holightly. Era hora de ocupar mis noches en otra cosa que no fuese escuchar relatos amargos de infidelidades y desengaños. Escribir quizás.
Empecé por esta historia; ya habrá tiempo para finales tristes cuando el dinero no alcance a fin de mes.

jueves, julio 27, 2006

Contame un cuento...

Durante mucho tiempo deambule por ahí con un puñado de cuentos con los que no sabía muy bien que hacer. Los registre y los guarde. Como nadie escribe para que no lo lean, el blog es magnifico para publicarlos y quizás, algún día, se vuelvan guiones y así imágenes.



EL HOMBRECILLO DE LOS TRATOS


Muy pocas veces he ido al campo. En realidad no me gusta. No mas bien, me aterra. Dos hechos trascendentes han reafirmado y me han hecho profiar en mi actitud.
El primero ocurrió, cuando tenia apenas diez años y había ido con mis abuelos a Azul, un pequeño pueblo entre Buenos Aires y Bahía Blanca. Volvíamos del monte en medio de la noche y mi tío, en un arrebato aventurero decidió dejarnos en el auto para pescar en un arroyo que, apenas, había escuchado a lo lejos.
Mire a mi alrededor, mi tía, mi abuela y mi hermano sonreían con desdén y en la penumbra impenetrable comenzaron a hablar mientras hacían deambular el mate en la ronda que conformábamos.
Me arrellane en el asiento y trate de no pensar en los aullidos, las luces y los gritos que sorteaban la oscuridad en dirección al auto. Pero el temor fue en aumento; no veía mis manos, ni a mis acompañantes y el ardor del terror comenzaba a subir por mi garganta mientras unas lágrimas de cobardía se desprendían de mis ojos.
Tome aire y salí a la ruta. Llame a mi tío, intentando que los sonidos dispersos en la negrura de la llanura hecha noche, no me afectasen.
Al cabo de unos minutos, mi tío con la caña en mano, apareció entre los arbustos, refunfuñando que cuando a los hijos de la ciudad se los saca de debajo de las luces de las avenidas, se transforman en cobardes llorones que suplican civilización.
Esa no fue la ultima vez que estuve en el campo. Hace tres semanas volví de Misiones con el firme propósito de jamas volver a pisar, ni campo llano, ni selva, ni bosque, ni desierto o sabana.
Lo sé, les parece ridículo que sacrifique la belleza de la naturaleza por la existencia y la presencia, del orden y el amparo de las ciudades. Pero soy una persona reprochable, en varios aspectos, aun más graves que este. En fin me ha tomado cincuenta años aprender a soportarme, no espero que ustedes lo hagan ahora.
Hace tres semanas recibí el llamado de un baquiano que decía ser el arrendador de un campo que Aníbal Alvarez, un amigo de la infancia tenia en Misiones. Me pedía, me suplicaba, que viajase pues había ocurrido un accidente muy grave.
Anibal Alvarez, había sido mi compañero en el normal 12. Entonces, era un joven dinámico con una fuerte inclinación a los cálculos y las matemáticas y por ende era un sujeto que se creía capaz de cualquier empresa. Desde escribir una novela hasta reparar un auto, pasando por la maestría al jugar ajedrez y tocar el piano. Esta especia de personalidad avasallante y emprendedora seria su marca personal a través de los años.
Recuerdo que en una oportunidad llego a comentarme que en las clases de álgebra que dictaba en la facultad, debía interrumpir con frecuencia los temas abrumado por los aplausos que los alumnos le prodigaban a su fabulosa capacidad de enseñar. Siempre pense que aquella anegdota fue una experiencia que exagero para impresionarme.
Nunca fuimos íntimos, por su arrogancia y su autoritarismo disimulado, pero algún capricho del destino nos volvió inseparables amigos, de esos que se toleran en vez de amarce.
Cuando llegue a Misiones, mas precisamente a la estancia “La Modesta”, me presente con el capataz, haciendo a un lado mis deseos de preguntarle si el antiguo propietario era un hombre sarcástico, por tan increíble ingenio a la hora de elegir el nombre del establecimiento como un antónimo perfecto para el carácter de mi amigo.
El capataz me indicó una habitación y mientras acomodaba el equipaje me observo con desconfianza. Le pregunte si ocurría algo y respondió que no, pero que debía darme prisa para poder visitar a Anibal.
Juro que jamas he visto a mi amigo en las condiciones en que lo vi aquella noche. Con la mirada sobresaltada de terror y una colección de golpes morados desparramados por el rostro y los brazos. Sus dedos temblorosos sostenían un cigarrillo y sus piernas impulsaban una caminata constante que provocaba una incomodidad reprochable.
Le pedí que se detuviera, mas de quince veces, pero de sus labios solo se desprendía un susurro débil, “Pombero – Pombero – Pombero”, una y otra vez como una plegaria desesperada.
Me volví hacia el capataz – Que le ha ocurrido? – le pregunte y este mirando el piso y con una vergüenza palpable me respondió que seria mejor que tomara un trago mientras me relataba los sucesos que habían llevado a mi amigo al paroxismo.
El whisky nunca me agrado demasiado, es una bebida fuerte casi picante pero provoca un ardor delicioso en el fondo de la garganta.
- Bueno va a contarme que ocurrió, o no? – dije al capataz, ocultando una carraspera incomoda producto de la bebida.
El hombre se sentó frente a mí y con la mirada oculta en sus manos me pregunto si conocía la leyenda del Pombero.
Le respondí que no y espere a que desgranara lo que pensaba seria una invención insensata.
- Hace tres noches – empezó – su amigo salió a cazar le dije que por nada del mundo, si escuchaba un silbido, lo respondiese. Se rió y me llamo supersticioso. Pero escucho el silbido, lo sé, a lo mejor cuando estaba en medio de un claro y sin pensarlo, lo respondió con otro resoplido largo y agudo. Entonces se le debe haber presentado el Pombero. Seguro le pidió un trago y unos cigarros y al ver que el Sr. Anibal no los tenia le propino una paliza.
- Tonterías – dije – esas son historia fantásticas, leyendas improbables.
- Eso piensa usted, pero existe, yo lo he visto con mis propios ojos - hizo una pausa – le he pedido algunos favores y créame es un tipo de cumplir.
- Por favor, esta tratándome de estúpido, va a decirme que ese Pombero, o como se llame es un genio.
- No, hace buenos tratos – encendió un cigarrillo y sonrío con malicia – quiere verlo?
Me quede observando sus gestos seguros y un helado escozor recorrió mi espalda. Respondí que si, desafiando mi propio recelo.
El capataz abrió una de las gavetas del bar y saco una botella de whisky sin abrir y del aparador de la cocina se llevó un atado de cigarrillos rubios. Luego se dirigio hasta la habitación de Anibal y la cerro con llave – Precaución – dijo.
Caminamos hasta el corral observando como la lluvia se arremolinaba en el horizonte.
- Ahora solo tenemos que esperar – dijo sentándose sobre un tronco seco.
Al cabo de un par de horas y cuando la lluvia ya estaba cayendo sobre nosotros, se escucharon tres silbidos cortos, profundos y lejanos. El capataz sonrío y poniéndose de pie respondió el llamado con un soplido grave y fuerte.
Por el recodo del camino una silueta contrahecha y pequeña se aproximaba.
Cuando finalmente la figura diminuta se paro frente a nosotros tuve la sensación de estar teniendo una pesadilla. El Pombero, como lo llamo mi amigo y el arrendador de su estancia, era un hombrecillo enano con los pies en dirección opuesta al cuerpo, con orejas puntiagudas y vello profuso en todo el cuerpo.
- Le traje estos regalos para que si puede, proteja a aquel arbolito del temporal – dijo el capataz señalando una débil yerba mate que bordeaba el camino.
El Pombero asintió dejando que el brillo de sus ojos profundos e insanos, nos encandilara. Luego escuchamos los gritos desesperados de Anibal que aferrado en la ventana como un animal salvaje, nos suplicaba que matáramos a al Pombero.
Cuando quise observar nuevamente al hombrecillo este había desaparecido tras la lluvia al igual que el capataz, al que encontré, luego, en la cocina preparando unos mates amargos.
En algún momento me quede dormido y al despertar aquella mañana encontré a mi amigo sentado a la mesa, devorando un suculento desayuno y sorprendiéndose de mi visita inesperada. No recordó jamas al Pombero y tampoco pudo explicarse mis “no puede ser” exagerados, al encontrar al débil arbusto de yerba mate, intacto, entre las ruinas que dejo el temporal.
Esa fue la ultima vez que estuve en el campo.

domingo, julio 16, 2006

HOTEL PURGATORIO


Cuando uno conoce a alguien se fija en los pequeños detalles. La pulcritud en el vestir, la forma elegante de tomar los cigarrillos suaves, el cabello gris finamente peinado y la sonrisa siempre al borde de cada frase. Ese es el recuerdo que tengo de Alberto Migré, como una foto con movimiento que se compone no solo de imágenes sino de la precisión de sus palabras, de sus críticas y sugerencias.
Lo conocí muy poco fue coordinador de una serie de Radioteatros que hicimos en el ISER como parte de la programación de la Fm de Radio Nacional. Solo salio al aire el que les dejo a disposición y otro sobre vampiros que nunca pude recuperar.
Fue una experiencia imborrable, el mejor consejo que me dio Migre en aquel momento fue agregar un narrador a la historia, y pese a que al principio me pareció una idea “fuera de tiempo” al final le agrego un delgado hilo conductor a modo de columna vertebral del relato. Era un maestro. Nunca me van a alcanzar los días para agradecer las horas que cedió a estar con un grupo de desconocidos con los cuales compartía el gusto por escribir. Se fue pronto y mereció más oportunidades en esta televisión del minuto a minuto.
Todos le fuimos injustos al hombre “que detuvo el país” con ROLANDO RIVAS TAXISTA. Un verdadero maestro.

Como parte de un homenaje dejo el link del radioteatro que escribi y que Migré coordino y dirigio: HOTEL PURGATORIO

http://www.sendspace.com/file/hn53uc

sábado, julio 08, 2006

ESA MAGIA



Muchas veces se habla de la “magia de la radio” pero solo es una frase sin sentido, una especie de adjetivo que lleva consigo el medio pero que muy pocos llegan a entender. “Esa magia” nos remite a esas anécdotas, anteriores a la televisión, esas que hablan de familias sentadas frente a la radio imaginando los rostros y las situaciones de sus radioteatros favoritos o de aquellos programas de concurso que pegaban a la audiencia en sus asientos.
Por ahí también te vienen a la mente las escenas de DIAS DE RADIO, de Woddy Allen, una pieza precisa y emotiva, que pese a relatar la relación del pueblo americano con el radiotransmisor logra retratar esa “magia”.
Personalmente me identificaba mas con esa radio PostModerna, que ahora ya es clásico, como RADIO BANGOK, o LA NEGRA VERNACI o LALO MIR. Pero por razones azarosas me vi participando de radioteatros “como los de antes” y descubrí “esa magia”. Un velo invisible que destraba a imaginación y los sentidos, es una especie de puente entre lo que se escribe, lo que se actúa en la cabina y la imaginación del que escucha.
Esa primera experiencia fue Barrel, una suerte de detective de los años cincuenta, con mucho pasado y demasiada conciencia. Nunca fue grabado pero espero que aun se aprecie su espíritu.

Crímenes y culpables

Apertura
La vida se esta volviendo difícil. Las calles, peligrosas. La economía aplasta. La esperanza es un recuerdo. Los días cada vez son mas cortos y las noches más negras. La gente huye a otras latitudes. Este lugar se esta quebrando y de cada parte queda un relato aislado. Pero alguien los ve, un periodista los une y los trae hasta nosotros. Entre tanta radio para oír, llego un programa para escuchar. Él es Juan Barrel. Esta es la ciudad de las 1000 historias.

Viene música -

JB (hablando para si): Lluvia, mas lluvia (pausa) ya hace una semana que llueve sin parar, parece que agua es lo que tenemos en abundancia en esta ciudad.

Suena el teléfono

JB (Molesto): No pienso atender (chasque los dedos llamando al gato) veni Fidel, dale loco, déjate acariciar, alguna vez por lo menos.

El teléfono pasa al contestador y se escucha la vos de Torres desde la maquina.

Torres (desesperado fumando): Juan! (pausa para fumar) Juan!, atendeme viejo es urgente

JB (sonriendo entre dientes): Siempre es urgente con vos

Torres: Juan, Álvarez esta muerto (pausa para fumar) necesito verte (pausa) en el bar de siempre, por favor, necesito que me des una mano (pausa para fumar) te espero (pausa) en una hora.

JB: ¿Álvarez muerto?

Ruido de llaves y pasos – Entra Dulce y saluda a Juan con un beso

Dulce (cansada): Hola amor

JB (levantándose): ¿Todo bien?

Dulce (con algo de bronca): Si, mojada pero bien, pero que haces, ¿Te vas?

JB: Voy a ver a Torres

Dulce: El editor de esa revista de fantasmas para la que hiciste la nota de villa del parque

JB: El prefiere llamarla semanario paranormal

Dulce: ¿Pero te vas con esta lluvia?

JB (resignado): No me queda otra, Álvarez su mejor amigo se murió y quiere que le de una mano

Dulce (triste): Estas mas ocupado que cuando laburabas

JB: Te prometo que vuelvo temprano (pausa – la besa) Cuida a Fidel

Dulce: El se cuida solo

Pasos de Juan – Sale

Dulce (cuando Juan no esta): Como vos

Corte Sonido de calle y lluvia – Sonido de Puerta del bar – Sonido del bar interior

Torres (desde el fondo): Juan!

Sonido de mesa y silla

Torres: Gracias por venir, viejo

JB: Que cara flaco! (pausa incomodo) pero que boludo que soy, mas vale que vas a estar así, con lo de Álvarez como vas a estar

Torres (nervioso encendiendo un cigarrillo): Si (pausa-fuma), con lo de Álvarez (pausa – fuma) para eso te llame, para que me des una mano con eso...

JB (cortándolo): Mas vale, contame que paso, con eso de los tramites no te preocupes, eso si, de guita ni hablar, pero con lo demás no te hagas drama...

Torres (interrumpiéndolo): Álvarez esta enterrado en Chacarita (pausa – fuma)
Hace tres días

JB (Confundido): No entiendo...

Torres (nervioso): Mejor te cuento...

Corte a recuerdo – Música

Álvarez (entusiasmado): Flaco , ¿Y si es verdad?

Torres: Negro, nunca es verdad, nosotros lo publicamos cosas así, pero son cuantos, el coreano seguro te esta verceando...

Álvarez (interrumpiéndolo): No, fue su hija la que murió, entendes, no puede mentir sobre eso...

Torres (escéptico): ¿Y que te dijo?

Álvarez (entusiasmado): Que la piba, Mion, creo que se llamaba, fue a entregar un pedido a lo de un tal capitán Suárez, un viejo raro, que en el barrio sospechan que es medio diabólico, le dicen el chupa sangre, porque dicen que los gatos aparecen muertos en su jardín con la garganta destrozada...

Torres (medio irónico): Como drácula...

Álvarez: Algo así, la cosa es que la piba apareció a los dos días en un baldío de Lugano con la garganta destrozada y sin sangre en el cuerpo...

Torres (cortándolo, mas interesado): ¿Y la policía que dijo?

Álvarez: Que van a decir, que fue un perro, un animal grande, nada.

Torres: ¿Y vos queres ir a lo del viejo?

Álvarez: Si, investigarlo, sacarle una nota, preguntarle algo, puede ser un noton

Torres (resignado): Dale, anda, yo tengo para un rato con la compaginación, después me llamas y me contas como te fue...

Álvarez: Bueno, me llevo tu cámara digital (Pausa) no me mires asi, la voy a cuidar, ya se que no esta paga todavía

Corte vuelve el relato al presente – música

Torres (apesadumbrado): Tendría que haber ido con él...

JB: ¿Qué paso?

Torres: La noche siguiente el cuerpo de Álvarez apareció en una ruta camino a La Plata, estaba igual que la piba coreana...
JB: ¿Crees que fue el viejo?

Torres (seguro): No creo, fue él...

Ruido de papeles sobre la mesa

Torres: Mira, estas son las fotos que había en la cámara de Álvarez, ¿Qué ves?

JB: Retratos de un viejito inofensivo...

Torres (cortándolo): Ese es el capitán Suárez, un amigo que tengo en la marina me averiguo algo

Mas ruido de papeles

Torres: El capita Suárez murió en 1915, acá tengo el certificado de defunción y la foto de la condecoración de honores que recibió en 1914

JB (confundido): Son iguales, es un error, una coincidencia

Torres: Ni una ni otra, es el mismo tipo...

Corte – música

Ruido de lluvia y forcejeo de una puerta

JB: No puedo creer que este haciendo esto (pausa calma el frio) si nos pescan entrando a esta casa, a plena luz del día, nos van a meter en cana noi se por cuanto...

Torres (forcejeando): Nadie va a saber nada

Puerta que se abre

JB (entrando): No se como me convenciste

Torres: No te convencí, viniste por curiosidad

Pasos de ambos en la casa vacía

Torres: ¿En donde estará ese hijo de puta?

JB: No se, el que sabe sos vos, ¿Dónde dormía Drácula?

Torres (algo molesto): En un ataúd enclavado en tierra de Transilavia...

JB: Justo lo que pensaba

Caminan

JB: Mira esto (levanta algo de una mesa), esta es la letra de Alvarez..

Torres (Arrebatándole el bloq): Es su libreta de notas (pausa), El negro estuvo acá entendes, esta es la prueba (pausa – mira el reloj) dale, apuremos que faltan quince minutos para que anochezca (pausa) yo voy a subir

JB: Yo voy a ver en el fondo

Torres: Toma, llévate esto

JB (con estupor): ¿De donde sacaste ese fierro?

Torres: Eso no te importa llévalo, si lo ves lo asustas, yo tengo esto

JB: Un palo de madera

Torres: Una estaca

Ruido de escalera – Ruido de exterior lluvioso

JB: Parece que este tipo hace 87 años que no corta el pasto

Ruido de lluvia se acentúa

JB (protesta): Que mierda!

Grito desgarrador

JB: Torres!

Corte – música

JB: Toma esta ginebra, dale hasta el fondo...

Torres (tragando): Gracias

JB: Tendría que decirte como pudiste, pero ni siquiera se que hiciste

Torres: Lo mate, ya te lo dije...

JB: No te creo

Torres: Lo mate Juan (pausa) le clave la estaca en el pecho, el perro me miro a los ojos antes de morirse, y grito la basura, pero lo mate...

JB (calmándolo): No, alucinaste cuando te encontré estabas arrodillado sobre una cama y sostenías ese palo con las dos manos...

Torres (cortándolo): No entendes nada, el tipo era un vampiro, se deshizo

JB: Estas loco flaco, estas sacado, sin dormir, perdiste un amigo y nos metimos en una casa vacía (pausa) los vampiros no existen

Corte – música

Ruido de maquina de escribir

JB (escribiendo): Abraham Stoker escribo drácula en 1897, inspirado en las leyendas del este europeo acerca de mounstros chupa sangre.
Los vampiros recorren la literatura y el cine, como seres sedientos, seductores, habitantes inmortales de tierras inciertas, figuras mitológicas, etéreas pesadillas, inexistentes fantasías que atrapan a crédulos incautos.

Incautos como Álvarez y Torres, editores cándidos de un pasquín de ocultismo.

Esta seria la nota de Álvarez, si viviese, seria la tapa de Torres, pero él también esta muerto. Lo encontraron anoche en su oficina, con la garganta destrozada y sin sangre en el cuerpo.

Dice la policía que con un resto de fuerza escribió, Álvarez en el piso, con sangre, con la suya propia.

Álvarez y Torres están muertos. Y yo me siento culpable de no creer en vampiros.

Corte final - música