miércoles, julio 18, 2007

SED

Abre los ojos y solo logra ver los contornos de las aspas del ventilador que al girar sobre su cuerpo no pueden el calor de la madrugada.

Tiene sed.

La almohada ha humedecido su cuello con el sopor de la transpiración desprendida de su carne pálida y tirante. El hambre solo es una ilusión comparada con la sequedad infame de su garganta

Tiene sed.

Mira hacia la ventana. El paisaje, estrellas parcialmente desechas por el alba próxima, se recorta sobre los oscuros árboles de la calle. El viento tenue mueve las luces a lo lejos meciéndolas en un sincronía casual con los latidos de su corazón.

Tiene sed.

Sobre la mesa de noche la radio se va quedando sin voltaje. Entre la estática se escucha una triste y vieja canción que lo lleva lejos. Cree poder verse en el espejo luminoso de aquellos años en que no le aterraba despertar al amanecer y caminar sobre el campo regado de sol.

Tiene sed.

El espejo sin imagen lo devuelve a la cama y al calor de la noche. El ventilador gira más lento y parece tratar de calmarle la ansiedad con un son de cuna cantado por sus gastados engranajes.

Tiene sed.

Las sombras se alargan sobre la pared mientras la luz avanza lentamente sobre el cielo púrpura. Se vuelve hacia el reloj y es conciente de que no le alcanza el tiempo.

Tiene sed.

Cierra los ojos. El sol trepa implacable por las paredes del hotel y de a poco se cuela por su ventana.

Tiene sed.

El corazón le desborda el pecho. La adrenalina del final se mueve sinuosa en sus venas. Tantos años como nombres se le enredan en la lengua y la sed se le vuelve un deseo. Un epitafio. Cuando el sol toca sus pies se sacude con violencia, fruto de un efímero arrepentimiento final.

Ya no siente sed y sonríe mientras la brisa del amanecer se lleva las cenizas de su cuerpo. Nadie supo jamás su nombre. Algunos lo llamaron despectivamente vampiro.

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