domingo, julio 20, 2008

NEUROSIS CINEMATOGRAFICA



No existe nada más dificultoso para un paciente con problemas nerviosos que una aglomeración de gente en un lugar cerrado. Prohibidas están entonces, las manifestaciones apoteósicas y los ascensores sin la revisión técnica correspondiente.
La solución, por si no se desprende de semejantes precauciones, es la terapia y algún que otro paliativo (recetado) en forma de píldora.
Asumidos los riesgos del miedo que esconden los nervios había decidido desistir del cine por algunos años, siete para ser exactos. Dejando como lamentable recuerdo haberme perdido 20 minutos de Harry Potter y la Piedra Filosofal a causa del agua
Mineral en exceso.
No han sido años gratos viendo la televisión abierta, el malogrado cable y los tardíos estrenos en dvd pero las series fueron una rica fuente de entretenimiento que por momentos distrajo la abstinencia del séptimo arte en estado puro.
Pasados muchos estrenos y varios festivales fui planeando el regreso a las salas cuasi vip de Hoyts Unicenter. La fecha elegida fue el 9 de julio, el día de la Independencia, todo un símbolo.
Claro que tan glorioso momento no fue de lo más oportuno. No solo era feriado sino miércoles. Más o menos, a ojo prestado a los servicios de inteligencia era posible calcular la cantidad de gente en cientos y todos estaban allí para distribuirse en unas cuantas salas de cine.
Una hora interminable de cola no pudo despertar del todo las ganas de salir corriendo y sentarse al aire libre para apalear la sensación de aglomeración y encierro. Aun era posible que no haya localidades para la película elegida y termináramos tomando mate en el balcón de casa.
Pero no.
Había localidades y muchas.
Así que ahí estábamos a punto de entrar en las salas mas cómodas que puedan haber con la comida correspondiente, que yo no probaría por el creciente temor a ahogarme y sufrir un edema de glotis y luego un infarto.
Enormes potes de pochocho, gigantescos vasos de gaseosa y cuantiosas cantidades de panchos coronaron la siguiente cola que precedía al ingreso a la sala.
Cuando se apagan las luces y con los pre - estrenos de fondo lo único que rodea al espectador es el ruido de las mandíbulas procesando comida y ahí estaba yo, sin poder abrir el agua mineral, sin querer hacerlo por miedo a asfixiarme y morir de forma patética luego de haber abonado una entrada carísima.
Al borde del colapso llegue a revalorizar la piratería alejándome del espectáculo y la magia del Cinema Paradiso del siglo XXI y ni siquiera pensé en disfrutar la película mientras los títulos anticipaban una mega producción con auspicioso futuro taquillero.
Logre abrir el agua mientras en la penumbra divise la salida de emergencia bastante cercana a nuestros asientos. A disgusto, debo admitir, le puse toda la atención al filme y al cabo de quince minutos los nervios eran historia.
Yo = 1
Nervios = 0

1 comentario:

Anónimo dijo...

Agustina: un relato hermoso de un episodio que se está superando.
Un saludo