“...Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación.” Truman Capote
martes, octubre 28, 2008
INQUISIDOR
El lánguido ámbar de la vena apenas lograba desparramar claridad sobre el documento recientemente redactado.
El anciano volvió a preguntar y sus ojos se cerraron con el único fin de prolongar en los sentidos el placer de la autoridad.
El joven volvió a negar y la tortura se desplegó a través de su carne, tensando los ligamentos en la perversa torsión del potro.
Flotaba en el ambiente, además del estupor y el sudor, la vaga figura intangible del dios de catecismo, impersonal y vengativo.
El ayudante hizo girar nuevamente el mecanismo volviendo, el mundo del joven, una composición imprecisa de sufrimiento y lagrimas.
La llama parpadeo como si su temporal existencia fuese capaz de absorber los gritos sellados en las paredes de la celda. El anciano se puso de pie, llevo los brazos a la espalda, enderezando la columna y ocultando sutilmente una sonrisa malíciente. Con un leve gesto de la barbilla aparto al ayudante de la terrible actividad con el secreto afán de saborear, aun mas, el interrogatorio.
Volvió a preguntarle al joven por la pasión y la fe. El convencimiento atrapado en el jadeo del cansancio y la tortura le endulzaron los oídos.
Allí de pie en medio de la celda, el anciano celebro una vez más el temblor en los labios de su victima. Volvió a sentarse y sin piedad rubrico el documento que sentenciaba la muerte. Respiro profundamente el hedor del miedo y sonrió. Su naturaleza diabólica se escondía perfectamente bajo la sotana negra. Mientras concentraba el lacre sobre el papel fantaseo acerca de cómo la historia equivocaría la culpa de sus actos y eso lo regocijo.
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1 comentario:
Buenisimo, siempre es lindo leer algo nuevo tuyo. Mas el cuento corto, tan certero, tan justo y atrapante. GRACIAS !!!
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