La novela es un profundo relato sobre la soledad y los métodos a los que se recurre para no perder la cordura en el aislamiento y al mismo tiempo introduce un concepto innovador, el vampirismo imaginado como una enfermedad. Sus alegóricas características son explicadas como síntomas. Por tanto, la aversión de los vampiros por el sol, es una alergia y el temor por los espejos una reacción psicológica a la degradación física.
La trama se divide en dos estadíos, la noche el territorio de la desesperación, el terror y los vampiros y, el día, el momento en que Neville intenta buscar comida y reconstruir los destrozos que provocaron las criaturas.
Pese a no poseer demasiados diálogos y reiterar, con cada amanecer las acciones de su protagonista, no defrauda en la tarea de mantener la atención ni el suspenso. La cruzada de Neville no solo es por su vida sino por la comprensión física del mundo que lo rodea. Es por eso que las versiones cinematográficas de esta historia son un desafío. Se debe recomponer con situaciones visuales, la poética y el análisis, tensando al espectador para que la ausencia del dialogo no dificulte la comprensión.
Ésta nueva versión es una interesante puesta en escena que no abusa de los recursos visuales de la animación y los efectos. Es aguda, trabaja formidablemente el increcendo y la interpretación de Will Smith, es un retrato penetrante de un hombre turbado por la soledad y la obsesión.
Pero en la vorágine de la adaptación, cuando llega el final de la película, la idea de Matheson se diluye por completo. La razón del libro y la existencia de Neville esta atrapada en el desenlace de la novela y de su vida. En esas últimas palabras se esconde el significado de la locura y la desesperación, la aceptación y la condena de un mundo diferente.
Hollywod vuelve a elegir la emoción por medio del impacto visual en vez del recurso dialéctico y el postulado, casi existencialista, de un Neville que debe afrontar la muerte.
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