A Marita Verón
COMÚN, según el diccionario de
Podría decirse que COMÚN es algo que le ocurre a algunos y, por extensión, afecta a todos. Esta definición describe fielmente la historia que ayer comenzó a narrar Vidas Robadas, la apuesta de ficción del año de Telefe Contenidos.
La novela ocupa el horario central, en el que hace un fue suceso Montecristo. Al igual que su predecesora, esta interpretada por una galería de actores con éxito y trayectoria que saben con absoluta certeza como hacer de la historia el verdadero estelar.
Vidas Robadas desnuda esquemas de poder que son atravesados por los conflictos y dejan al descubierto oscuros negocios de corrupción y prostitución.
Cuatro millones de personas en el mundo son explotadas sexualmente, el 80 % son mujeres. Chicas del conurbano o las provincias, en su mayoría menores, son secuestradas o engañadas para terminar siendo reducidas a mercancía mientras la inoperancia o complicidad doblegan la presencia del Estado.
El aterrador flageló de la prostitución no es el telón de fondo de la una historia de amor en Vidas Robadas, es el “Por Que”. La tenebrosa cotidianeidad del crimen trasbaza la novela y deja al espectador con la angustiante sensación de estar contemplando la realidad.
Diálogos naturales y situaciones familiares complejas construidas hábilmente por actores con mas oficio que necesidad de protagonismo se unen a un equipo de producción que ya no necesita demostrar la excelencia.
Vidas Robadas, en su primer entrega, es un golpe atroz de realismo. Sin estrellas ni excesos estético. Es una historia COMÚN, de gente COMÚN que narra un drama que ocurre a diario con tanta impunidad como descaro. Esta fábula de corrupción está eficazmente contada, con una naturalidad demasiado lúcida que amenaza con hacernos doler.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario