jueves, noviembre 01, 2007

EL ENCANTO DE LA DISCORDIA

Según cuenta su propio creador, Glenn Gordon Caron, a los 26 años a ABC, le encargo realizar una serie de televisión. Pero no una cualquiera sino una que respondería sus peores pesadillas: las de género detectivesco.

Escribió un show que mezclaba el mundo de los detectives con un humor acido y un centenar de parlamentos rápidos de ida y vuelta entre sus protagonistas. Sin imaginarlo entonces, creaba una de las comedias mas importantes de los años ochenta, en conjunto con Miami Vice. Moonlighting tenia todo aquello que el publico esperaba y mas.

Gozando de dos actores estupendos, Bruce Willis y Cybil Shepard, a los autores se les fue permitido experimentar con tramas y hasta filma un episodio entero en blanco y negro, gastando casi todo el presupuesto que poseían para ese año. Y aun debiendo mantener para la cadena el firme propósito de no involucrar a los personajes en una historia de amor. Que termino siendo la mas tortuosa y larga de todos los tiempos.

Episodios llenos de intriga y un agrio sentido de la comicidad hacían cada semana que los espectadores se clavasen en sus sillones a ver las nuevas discusiones de David Adison y Maddie Hayes. Contiendas verbales, vertiginosas, acidas, muchas veces simultaneas y que, solían terminar, con el golpe violento de las puertas de cada oficina.

De los memorables capítulos están aquel en que Maddie (Shepard) revive la navidad de Dickens; La fierecilla domada; El bebe de ambos que no nace pero ve el amor de sus padres y el horror del mundo y el genial sueño que tiene la protagonista que es casi una comedia musical con música de Billie Joel.

Hace poco, y como parte de una deuda con el pasado televisivo que me alimento, adquirí la primera temporada en dvd. Confieso que tuve miedo al mirar el piloto. En la televisión lo mas rápido que pasa es el tiempo y sobre todo en los diálogos de las ficciones.

Pero estaba todo exactamente como lo recordaba. La habilidad impresionante de un grupo de autores, que escribían diálogos tan rápidos como punzantes. Historias descabelladas, posibles, pero de ninguna manera increíbles.

La modelo que perdía sus bienes y solo conservaba una agencia de detectives choca con la personalidad alocada y salvaje de un hombre que pasaba más tiempo pensando el programa de tv perfecto, que trabajando.

La química, la chispa, aun luego de casi quince años de ausencia y cinco temporadas de éxito esta ahí. Y cada vez que veo un episodio pienso en aquello que lo hace único. En el secreto. Si se podía percibir ese juego de amor odio entre los protagonistas, los hilarantes personajes secundarios y los sorprendentes invitados. Pero había algo más.

Es cierto las últimas temporadas habían decaído un poco, victimas de la concreción de la tensión sexual, quizás el único punto débil a nivel autoral. Nunca supieron remontar el encuentro y la resolución sentimental de los personajes. Y si bien algunos afirman que los propios actores no fueron capaces de resolver el problema, ya no en terreno ficcional sino real, los episodios aun tenían ese aroma a nuevo, a innovador.

Los autores incluso habían logrado romper la cuarta pared y lograr la complicidad de los televidentes, para por ejemplo, en un final de temporada terminar un episodio desarmando los decorados.

La ironía, la música, la sensualidad y los casos estrambóticos hacían las mieles de un néctar que el espectador no podía resistirse a ello. El secreto. La formula, creo saber, radicaba en la libertad de los autores. En el poder llevar a cabo una idea por audaz que fuese sin tener miedo de perder sus trabajos.

Cuantas veces se invoca la libertad, en la política, en la vida, en la libre expresión y todavía no somos capaces de entender del todo, que de ella nacen cosas geniales: Una obra se Shakespeare, la teoría de la relatividad, y por que no, una serie de tv llamada Moonlighting.


* Para hacer un tributo a esta estupenda serie, nuevamente elegí a Michael Bublé. Esta vez interpretando “Home”.



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