jueves, septiembre 27, 2007

PERSONAS Y PERSONAJES

(Primera Parte)

Nunca supo afrontar el fracaso. No sabía siquiera con que sensaciones se componía el sentimiento. Pero su desconocimiento nominal solo era eso, una fachada, una mentira. Cada éxito que la elevó por el nivel de los normales, la habían dejado tirada en el piso de un hotel, llena de pastillas para dormir, pero sin dormir. Aguardando a que llegaran los fantasmas de los errores pasados a cobrarse las cuentas de las equivocaciones. Esas que no caducan. Esas que te persiguen hasta dejar el saldo en cero.

Ella era Mia Estrada, no había hombre que no conociera el color de sus curvas, reproducidos hasta el hartazgo en revistas, películas y cuanto programa televisivo (de mucha y poca monta), inundara el aire. Era una estrella. Solo podía avecinársele un futuro promisorio. Un marido ejemplar, empresario, esos que se hacen solos y que no tienen que esconder ni silencios que comprar.

Ella era la más talentosa, la más expresiva, la más entregada a la profesión, la más parecida a la perfección. Con una película a estrenar y una semana de atraso se subió al auto y salio de la ciudad antes de que amaneciese.

-Y así de simple. Se fue, viejo y nadie sabe a donde fue a parar. El marido hasta ofreció una recompensa.

Ramírez miro de reojo a su jefe. Hacia veinte minutos que lo escuchaba hablar de Mia Estrada. Sabia que solo eran círculos, que de lo que hablaba era de otra cosa, solo que no se atrevía a tomar el atajo. Cerró los ojos y contó las horas que lo separaban de la última copa. De pronto se le seco la boca y sintió nauseas.

Llevaba más de treinta y seis horas sin probar una gota de alcohol. Había tocado fondo hacia tiempo y los círculos que dibujaba el jefe entorno a Mia Estrada eran una cortés forma de despedirlo. Encendió un cigarrillo con odio. A nadie le interesan los personajes redimidos, ni siquiera aun lector que pasa las tres de la mañana con una novela policial barata entre los dedos, tratando de conjurar el sueño.

- López, yo no soy un detective de Marlow, así que ahorrate el discursito y decime cuanto me toca de indemnización-. Dijo y cada palabra le abrió surcos en la lengua al ser pronunciada.

La confianza es un aliado pésimo a la hora de tomar desiciones, pensó López mientras se sentaba frente a su amigo para mentirle.

-Joaquín la cosa no es tan así…

Ramírez sonrió con desazón e ironía.

-Hace quince años que me decís Ramírez. Tené valor para no pronunciar mi nombre cuando me vas a dar una patada en el culo.

López se reclinó en la silla y lo miro con estupor y un vestigio de gracia.

-No te hago gracia sobrio.

-No te voy a echar. Ramírez. No te puedo echar. Sos mi amigo carajo. Hace lo que te digo y busca a esa actríz, es lo único que te puedo ofrecer por ahora.

Ramírez lo miró errático sin saber como responder a confirmaciones del afecto y la preocupación. No le había ocurrido muy a menudo en su vida. Bajo la mirada y asintió sin mirar a López.

-No sabría como…empezar…yo de…espectáculos no tiendo nada…

-Saber. No tenes que saber nada. Hacé lo que sabes hacer mejor, habla con la gente, pregunta, que se yo. Yo leo lo que me traes, lo apruebo o lo tiro al tacho. Hacé tu laburo y después vemos.

Ramírez salió de la oficina sintiendo ganas de tomarse algo. Pero buscó un caramelo medio aplastado en el bolsillo y, pese a su poca agraciada consistencia, le sirvió para opacar la sed.

Mia se frotó los ojos tratando de arrastrar el brillo insoportable de la mañana. Los segundos de desconcierto fueron seguidos de una sensación de alivio. Hacia tres semanas que nadie pronunciaba su nombre seguido del “me encanta”.

El retraso se había convertido en una línea negativa, hacía varias noches, y celebro no estar embarazada emborrachándose en el piso de un baño. Giro su cuerpo sobre la cama y volvió a pensar, como otras tantas veces, porqué estaba matándose de apoco. Acortando lentamente, con pastillas y otras cosas, los segundos de gloria y fama que estaban por venir.

Cerró los ojos tratando de olvidar el resplandor rancio de sus éxitos y las oscuras cavernas del pasado a las que no bajaba n i a plena luz del día. Siempre se había tratado de lo mismo. De olvidar. De olvidar el pasado, que la había lacerado, pero también olvidar el presente que jamás la había cicatrizado.

Las historias de la chica pobre, que se rompe el alma, conoce al príncipe y cumple sus sueños, eran fabulas huecas de vidas vacías de sensaciones. Parábolas hartas de repetirse y romperse en el desengaño y la decepción. Tenerlo todo era tener nada.

Mia salio de la cama y tambaléate entro al baño. Miro su reflejo gris sobre el espejo del lavatorio y creyó ver el fantasma de si misma. Frotó la superficie pero la imagen seguía allí, recordándole quien era. Recordándole la herencia marroquí de su padre y sus horrendas manos al intentar tocarla cuando nadie estaba para protegerla.

“Tenia siete años hijo de puta”, dijo reprochándole a su viva imagen el abuso que devolvió con violencia mientras caía de rodillas sobre los huesos ruinosos y doloridos. Llorando y temblando volvió a la cama.

Pensó en el bolso de mano y la tintura que había comprado en un mercado de la ruta. Era hora de usarla antes de volver a subir al auto.

Ramírez no sabía como hacer el trabajo. Se rascó la insipiente barba y pensó en llamar a López para decirle que se fuera a la mierda, pero necesitaba el trabajo. Trago saliva y siguió deambulando por el estudio sin ideas y con ganas de volver a tomar.

Se tropezó con un hombre que barría. Pidió disculpas y sintió el intenso olor del licor en el aliento del desconocido. Dió unos pasos hacia atrás a causa del estupor de verse en el otro. De sentir el propio futuro en una imagen patética.

El hombre se apoyo con dificultad contra la pared y sonrió como si pudiese leer sus pensamientos.

-La piba no va a volver-. Dijo el desconocido sin tener la gentileza de ofrecer un cigarrillo. Sin, siquiera el interés de tener una charla.

-Que piba?

-Vos me tomas de boludo. La actriz. Mia. No la estas buscando?

-Si. Es para el diario…

-Si. Si. Esa piba estaba mal del bocho nene. Me pidió una filcar de la oficina de contaduría y me dió doscientos mangos para que me callara la boca.

-Te dijo a donde iba?

El tipo se encogió de hombros y termino el cigarrillo.

-Se fue por la autopista. Que esta en la esquina. Al sur.

-Gracias.

El desconocido levantó la barbilla y siguió barriendo. Ramírez caminó por el pasillo hasta salir de los estudios. La autopista parecía hecha de plata, bajo la luz del sol, y trató de pensar como Mia. Dio un par de pasos y buscó otro caramelo en el bolsillo.

Que más podría querer alguien que lo tiene todo.

-Nada. Pensó pero lo dijo en voz alta mientras se subía al auto.

Mia se miró en el reflejo del espejo retrovisor. El aura angelical de la rubia de ojos azules que hacia perder el aliento, había desaparecido tras la gélida y magnética mirada de una morocha que escondía “algo”.

La profundidad de sus facciones había dejado atrás la perfección. Eran intensas, oscuras, y por retorcido que pareciese, eran una metáfora de salud. Hacia tres días que no tomaba una pastilla y la botella que compro al salir del pueblo aun conservaba la tapa intacta.

Los temblores se volvieron un síntoma soportable. Una señal que le permitía volver a sentir, aunque esa percepción fuese el recuerdo del asqueroso pasado o la enmascarada felicidad del éxito.

Oprimió los dedos sobre el volante y apretó el acelerador. Sintió la vida fluir con la velocidad y el auto se perdió en la autopista hacia el sur. Siempre el sur.


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